‘Celebrity’ Alberto
Francisco Pomares
Hasta hace algunos años, la presencia de un presidente del Gobierno o un candidato a presidirlo, como invitado principal en un programa de entretenimiento habría resultado más bien chocante. Fue el presidente Rodríguez Zapatero quien rompió el tabú –como en otras cosas- y estrenó el formato, que estas últimas semanas ha tenido bastante éxito de público y crítica. Sánchez paseó su carisma de resistente por los programas de la derecha mediática, con especial interés en salir en El Hormiguero. Feijóo le copió el modelo y –a pesar de resultar más aburrido- le siguió más gente, uno no sabe si por curiosidad o por antisanchismo.
El formato este de dejarse preguntar por el color de los calcetines es una demostración más de hasta qué punto la política tiende cada vez más a ser el circenses de nuestros días. La política es sin duda hoy en todos lados algo bastante parecida a un circo, y el panen se ha convertido en el elemento central de la acción del Gobierno, y también al estilo romano: sabido es que todo lo copiamos de Roma, que a su vez copió bastante de los griegos, pero dejando lo de la democracia y el estoicismo sólo para especialistas. A los romanos siempre les gustó la versión más populista del poder, su república fue básicamente corrupta, a sus líderes les encantaba la pasta y la exposición pública, y su imperio fue -la mayor parte del tiempo- un decadente nido de víboras. Lo del pan y circo es realmente un invento imperial: los juegos arruinaban la economía romana casi tanto como el reparto gratuito de pan. La acción combinada mantenía a los hijos de la urbe al margen de las conspiraciones del poder y sus secuaces, entretenidos y con la panza llena. Los emperadores más recordados fueron los que más se gastaron en propaganda, no los que lo hicieron mejor. Los peor considerados por la historia son de los linajes que no pagaron peaje a Suetonio, que venía a ser como un Pablo Motos de ahora, pero envuelto en túnica.
Pero la democracia avanza y con ella se extiende la popularización del circo: podemos caer incluso más bajo. Y no lo digo porque los debates se hayan convertido en un intercambio de zascas (Yolanda dixit) menos interesante que las entrevistas realizadas por hormigas. Lo digo por cosas como la participación del ex diputado podemita, hoy concejal lagunero y candidato por Sumar al Congreso en el reality Time Zone, un concurso de entretenimiento de HBO Max, que empieza este próximo viernes. Alberto competirá con un elenco de raperos, tiktokers, influencers, modelos y famosetes, entre los que no falta un ex árbitro, una ex boxeadora, un actor y hasta una periodista. El concurso lo conduce una tal Cristinini, que dice la wiki que es presentadora de e-sports y streamer y alguna otra cosa más que tampoco sé lo que es. Doña Cristinini hace de Master of Time, a la que debe enfrentarse en una prueba definitiva quien logre alcanzar la final del concurso, una suerte de video juego en el que los participantes deben demostrar sus habilidades mentales y físicas en ambientes riesgosos, como tormentas de arena o cortinas de humo. Creo yo que nuestro Alberto va a tener éxito porque ya ha pasado por muchas situaciones de riesgo, y su experiencia pateando maderos en manifestaciones, o como prócer en el Congreso, tienen que haberle preparado para toda contingencia. El estreno del programa permitirá a Alberto salir dos veces en la tele durante la campaña, la última el viernes 21. No sé si en la Junta Electoral, que son unos tiquis miquis, consideraran sus apariciones en pantalla en tiempo de campaña como tiempo político, pero yo le deseo mucha suerte en su búsqueda de la celebridad televisiva. Siempre me pareció que estaba destinado a convertirse en personaje couché.
Alberto no es el primer representante de nuestra fauna izquierdosa que se mete en berenjenal parecido. Ya lo hizo Monedero en Pasapalabra. Pero en esto de los concursos, la palma se la llevan las políticas del PP: Esperanza Aguirre, Celia Villalobos, Cristina Cifuentes e incluso la indestructible Isabel Díaz Ayuso han paseado el coleto por fogones o han destrozado cancioncillas en concursos de música, con desigual fortuna.
Esperanza Aguirre incluso se disfrazó de mariposa, es un decir: una cosa hibrida entre un aterrador alienígena de ojos saltones y la Campanilla de Peter Pan. No sé yo si Alberto tendrá que disfrazarse de algo, pero ya puestos, seguro que daría bien de Capitán Garfio.