Carta para Leo
Escribo estas líneas minutos antes de que comience tu final, atisbando, con premonitoria certeza, el resultado de lo que debe ser la prueba de tu pertenencia a otra galaxia. Todo el mundo habla de fútbol, a mí no me sale enmarcar tu obra como simple deporte.
El revolotear del colibrí, el despegar del águila, el fluir del delfín, el zigzaguear de la liebre, el acelerar del guepardo, el perforar del escorpión, el acompañar del perro guía, el pulular de la abeja, el imponer del elefante, el brillar de la luciérnaga, el salto de la pulga.
Todos sabemos qué vas a hacer, pero lo haces. Aún conociendo de lo que eres capaz, cada galope tuyo es solo el reflejo en el espejo de la incapacidad de tu adversario. Todos hablan de fútbol ahora, pero a mí no me sale tachar tu obra como mero deporte.
Es un juego, sí. Es un espectáculo, obvio. Es una máquina perfeccionada para generar millones, claro. Es todo eso, pero solo para el resto: para todos los que han existido antes y para aquellos que vendrán después. Cuando tú has tenido la pelota se ha parado el tiempo, cuando te has mecido como el viento se ha insuflado vida, cuando has gambeteado se han parado corazones, cuando has mandado a la red pelotas imposibles se han volteado las musas agradeciéndote el dar vida a lo que te servían en bandeja.
Tu camiseta carga el peso del número divino, de la sombra de otros iconos, de las ilusiones de un país entero -tú principal crítico, tu primordial motor-, de la ilusión de los amantes del inescrutable arte del ritmo.
La belleza de la más pura danza, con el trazo artístico de tu pincel zurdo en el lienzo verde, inabarcable a tu mirada pétrea, a tu lenguaje corporal, sumido en lo que muchos ven como desidia y tú tornaste en sed de creación. Adivino, con sonriente mirada, que has vuelto a deleitar al planeta con tus arranques de genialidad entre hombres que intentan hacer lo mismo que tú, pero no.
Ahora, que todos hablamos de tu fútbol, entendemos tu historia indeleble porque la inmortalidad no es más que generar imágenes que no se borran. Son las 14:59 de este domingo 17 de diciembre de 2022, me dispongo a presenciarte obtener lo que te es debido. Ya leerás esta carta luego. Seguro.