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Asuntos de familia

Francisco Pomares

 

 

El 29 de mayo se produjo en El Hierro un vuelco electoral similar al de La Palma: una parte de los electores castigó al partido mayoritario y gobernante en el Cabildo, pero –al contrario de lo que sí ocurrió en La Palma, donde mucha gente estaba muy enfadada con el PP y el PSOE por una gestión poco institucional de la crisis del volcán -no permitió a los independientes una mayoría absoluta que pudiera evitarles una posterior censura. Por eso, al margen de que el PSOE perdiera la isla por la mínima, lo que va a ocurrir en El Hierro es que se va a reproducir el mismo pacto que ha gobernado el Cabildo los últimos cuatro años, entre los socialistas de Alpidio Armas y los independientes de La Asamblea Herreña, capitaneados por David Cabrera, y escindidos de la Agrupación Herreña que fundara hace cerca de cuatro décadas el pequeño Tomás Padrón.

 

Después de cuatro años de chupar banquillo, la victoria de la Agrupación Herreña Independiente en el Cabildo no ha resultado suficiente, y ninguna de ellas, mantiene hoy una integración política real en un partido de ámbito mayor, por lo que no quedaron protegidas por el paraguas de un pacto en cascada. Además, las matemáticas municipales que han dado forma a los acuerdos políticos en los ayuntamientos, no han empujado en la dirección de un reencuentro de las dos formaciones insularistas. La Agrupación sacó 1.574 votos, apenas 21 más que el PSOE, y Asamblea quedo en tercer lugar, con 1.249.  Dicen que no hay peor cuña que la de la misma madera, y por eso era difícil esperar un acuerdo entre los dos grupos insularistas, aunque entre ambos –si hubieran acudido juntos a las elecciones- serían el partido más importante de la isla y en todas sus instituciones, excepto el ayuntamiento rojo de El Pinar.

 

La mayoría insuficiente de la Agrupación, liderada ahora por Javier Armas, y una petrificación histórica de los resultados municipales (La Agrupación siempre gana en Frontera, y el PSOE en el Pinar), sólo ha permitido un acuerdo de los antiguos colegas y ahora rivales –los históricos de David Armas y los escindidos de David Cabrera- en la capital, Valverde, donde la Agrupación apoyó al candidato de la Asamblea, Carlos Brito. Ese acuerdo debería haber sido suficiente para favorecer otro similar en el Cabildo, pero David Cabrera optó finalmente por cerrarlo con el actual presidente del Cabildo, el socialista Alpidio Armas, para que Alpidio vuelva a presidir la corporación, moción de censura mediante, apenas dos semanas después de ceder provisionalmente su cargo a su hermano, Javier Armas, líder de AHÍ, y cabeza de la lista más votada.

 

El Hierro es un lugar pequeño, y en los sitios pequeños, los dramas y conflictos personales se antojan más grandes. Alpidio va a quitarle la presidencia a su propio hermano, que le ganó en número de votos, y a aliarse con David Cabrera, un hombre que no ha logrado ni darle el famoso cuarto diputado a Curbelo, ni el puñado de votos que se comprometió a ganar para Román Rodríguez en la lista regional. Ahora Cabrera sostiene su poder en El Hierro gracias a esta esperada ruindad: después de aprovechar las torpezas que enfrentaron en la Agrupación a Belén Allende y Narvay Quintero, para largarse de AHI más que con lo puesto, va a provocar –y dirimir- uno de esos pleitos de familia que en las islas pequeñas pueden lastrar a media generación. Es curioso que cada día resulte más infrecuente el cumplimiento del mandato legal que establece que el presidente del Cabildo debe serlo el de la lista más votada. Ni se me ocurre deslegitimar el recurrente mecanismo de la moción de censura sin que haya gestión que censurar, utilizado ya alguna vez en todas las corporaciones insulares, cuando el partido que gana no consigue mayoría absoluta. Probablemente sería más inteligente modificar la ley que nuestros próceres se encargan de violentar sistemáticamente, y permitir que en los Cabildos la presidencia sea –como en el resto de las corporaciones locales es la alcaldía- no para quien gane, sino para quien consiga articular una mayoría suficiente para gobernar.

 

Eso evitaría demoras en el arranque efectivo de las nuevas corporaciones, gastos innecesarios, y en algunas islas pequeñas –como la de El Hierro- evitar en el futuro más dramas shakespirianos. O quizá fuera mejor calificar esta melé como asuntos de familia.

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