Alemania hoy, mañana todos
Francisco Pomares
Cuando aún no se ha ido Sánchez, si es que se va (según la última profecía del CIS roza la mayoría absoluta con Sumar, muy por encima del voto al PP)… cuando aún se anuncian ocurrencias como la herencia universal de tita Yolanda para todos los cumpleañeros que adquieran el derecho a votar –tengan posibles o necesidades-… cuando en la mitad de los Ayuntamientos del país empieza el baile de la subida de sueldos… va el Gobierno alemán y la lía aprobando un proyecto de Presupuestos para 2024 (gente madrugadora, no como los de aquí abajo) que recorta el gasto federal en 44.585 millones de euros, un hachazo a las ilusiones de gasto de todo el Gobierno, menos el ministro de Defensa, al que le tocó en suerte una guerra entre eslavos que ha cambiado la percepción de la seguridad en Europa, y que le ha endosado un talón especial de 100.000 millones, al margen de los Presupuestos.
El proyecto presentado al alimón en el Bundestag por el ministro de los dineros, el liberal Christian Lidner, y por el canciller Olaf Scholz, del SPD, plantea una reducción de gasto en 2024 de casi el diez por ciento, una autorización de nueva deuda de solo 16.600 millones, y un déficit que -en tiempos de normalidad y por imperativo constitucional- no debe superar el 0,35 por ciento del PIB. El ministro de Finanzas se ha pasado literalmente por el arco de triunfo la desolación y las protestas del resto de los ministros, defendiendo la urgencia y necesidad de regresar a la tradicional política alemana de consolidar y reducir la deuda. Lidner ha sido categórico al sustanciar su decisión, respaldada por el canciller Scholz, y ha explicado que es lo que toca, que Alemania ya no está bajo la pandemia o en crisis energética. Se acabó el baile, vuelven las rebajas y el ahorro. ¿Y en qué se rebaja? Como siempre, en gasto social, que es donde hay para meter tijera: 8.000 millones menos en Sanidad, pero no sólo amortizando los gastos para frenar el Covid, también reduciendo mil millones la subvención al seguro de Dependencia y aumentando sus cotizaciones, y haciendo lo mismo con la seguridad social y las pensiones, reduciendo por renta el derecho a la baja parental y cargándose la política de incentivación de la maternidad, pasando el dinero previsto de 12.000 millones a tan sólo dos mil. Más impuestos y menos gasto: Lidner dice que hay que apañarse con los ingresos que los ciudadanos aportan al Estado. Y tiene toda la razón. Lo otro es hipotecar la vida, la prosperidad y la felicidad de los ciudadanos futuros, hijos y nietos.
Alemania ha empezado. En materia de equilibrio fiscal, ellos siempre predican con el ejemplo. En julio de 2023 ya han preparado su calvario de 2024, el rechazo de la gente a los recortes, las protestas por apretarse el cinturón, las crisis políticas y gubernamentales que vendrán… luego nos va a tocar el turno al resto. Y entre el resto, entre los que más hemos despilfarrado estos años, nosotros. Tendremos que pagar lo que nos comprometimos a pagar, la parte que había que devolver, lo que nos prestaron, pero también frenar el actual descontrol, y reducir el desastre de la deuda amontonada por esta gente que nos ha gobernado como si no hubiera un mañana. Ya saben cómo funciona esto: la deuda española es pura metástasis, el déficit comenzará a agigantare en cuanto haya que empezar a devolver, y frente a eso, nos caerán encima el equilibrio fiscal y la regla de gasto. Y entonces se acabó la fiesta.
Algunos agoreros (entre los que me cuento) venimos diciendo hace años que tiene que acabar este jolgorio de contratos, crecimiento del gasto público del diez por ciento, aumento de los sueldos, más impuestos, revalorización de todas las pensiones, más subvenciones, más transferencias y más inversiones, y un catálogo diarreico de ocurrencias sin sentido, cheques culturales, herencias universales, millones para ingeniería social y propaganda.
Alemania señala el camino. En realidad, lo ordena.
Habrá discursos, negociaciones, protestas y búsqueda de nuevas excepciones ibéricas. Gobierne quien gobierne, haremos todas las trampas que podamos para retrasar el ajuste fiscal, pero al final aquí no escapa nadie.