Todo lo que tiembla
Andrea Bernal
Había algo que temblaba. Me gustan las cosas que tiemblan.
Las hojas de laurisilva de Anaga, las noches de invierno, los dedos de él.
Las palabras también tiemblan. Casi todo lo que tiembla es poesía.
Hay personas que no temblarán jamás.
La camarera de esta panadería no puede temblar.
La mano de mi cirujano tampoco.
Hay personas a las que no les está permitido temblar.
Mi vida está temblando mucho ahora.
Una niña nacerá temblando o se habrá acostumbrado al temblor de su madre.
Si es un poco sensible, ella también temblará.
Tenemos un temblor adjunto inevitable. Las respuestas.
Todas las certezas están construidas de temblores.
Casi todos los dirigentes políticos han hecho temblar a su país alguna vez.
Cuando yo le miro a usted estoy temblando.
La piedra ya no tiembla porque ha temblado en su erosión y se ha construido a sí misma.
La piedra está dentro de nosotros. Casi nadie consigue ver el canto esférico de su piedra. Había algo que temblaba. El temblor llegaba hasta la península.
Aplausos dentro del teatro, potros de Lorca. Eso es temblar.
Las lámparas nocturnas también tiemblan.
Tiemblan las alfombras de Nueva York y los segados campos de Castilla.
Tiemblan las barcas del Atlántico al sur de Lancelot y los pies de nuestros hermanos.
Algo temblaba. Al despedirnos, algo temblaba.
Siguió temblando.
Desde entonces vivo en un temblor.
He aprendido que la boca tiembla, el cuerpo tiembla.
Y estas manos temblorosas, son las manos temblorosas
de cada mujer del mundo.