Ser “anti” un equipo
Andrea Bernal
Lo que nos mueve en un deporte es un modo de sentir común hacia un equipo. Por eso todo lo que brota de errores, frustraciones, azares,
debería tomarse con espíritu de equipo de igual modo.
Ahora bien, todo espíritu es irreconocible hoy bajo una capa de intereses económicos.
¿De qué espíritu hablar cuando todo se ha vuelto compra-venta, sumas indigestas de dinero, marcas, patrocinios, poder?
El único espíritu que podríamos salvar, de saber educar, es el de los niños más pequeños que saben entusiasmarse con el equipo de sus hermanos, primos, amigos, en cualquier patio, callejón, plaza.
Grandes equipos compran grandes jugadores. Los jugadores se limitan a ser zarandeados y ambicionar.
Cuando el dinero es el elemento clave del juego, el juego acaba. Juego por cierto, y necesidad de juego -sin artificios- del que ya habló el pre-romántico alemán Schiller.
Solo los espíritus acostumbrados a perder saben que la derrota es parte clave de la vida.
El fútbol coloca en el espíritu de un niño un sueño tan rápido como lo evapora.
Un niño como Mbappé tiene un sueño que acaba siendo sustituido por presiones, poderes políticos, nacionales , económicos…si me apuran diplomáticos.
Eso es lo único “anti” que verdaderamente deberíamos reconocer, la alienación de quienes convierten un deporte y sueños de niños en puro materialismo.
El ser “anti”… (anti-madridista, anti-barca…anti, anti…) debería entenderse solo como un aspecto hegeliano de la vida: tesis, antítesis, síntesis. Porque el anti es necesario solo en la metafísica y si se encarga de re-unir hasta crear una totalidad en igualdad. No parece ser el caso del fútbol hoy.
Ser “anti” se ha convertido en un síntoma patológico de nuestra sociedad Ser “anti” deshecha cualquier aspecto, bajo la capa de un juicio severo, de lo que significa el otro y el significado primero y etimológico de jugar.
Ser “anti” nos convierte en una forma de discriminación sutil a la que deberíamos prestar atención.
Quizá Schiller estaba en los cierto cuando apreció el cambio del juego-puro del hombre ingenuo al hombre moderno que convertiría todo juego en simple artificialidad.