Porqué escribo
Andrea Bernal
Se escribe por un extraño que una vez llamó a nuestra puerta y al abrirle se evaporó.
Se escribe para narrar lo que no entendemos y para transformar lo conocido.
Escribir reconforta, analiza, transforma. La transformación sucesiva de la escritura tiene un fin desconocido. Ninguna escritura ha visto la desembocadura de su propio río.
Dicen que hay un mar donde se unen todas las palabras pero es inalcanzable para el hombre.
La escritura está ciega, por eso sabe ver lo verdadero.
Escribo sin pensar que escribo. Es un átomo corporal. Su peso es atroz. A veces consuela, generalmente se va posando en alas de libélulas porque la poesía es fragilidad con luz.
No conozco este átomo pero mientras choca en mi voy conociéndome mejor a mí misma y la humanidad.
La escritura se va sucediendo, y como una gran sábana desplegada, hábilmente va descifrando el código humano, las complejidades de la naturaleza, nuestra calma y nuestros incendios.
No escribo para nadie. Escribo para todos. No hay en realidad alguien a quien llamar lector. Todos leemos el mundo de una u otra forma.
Escribo porque la niña del paseo marítimo va dando saltos hasta llegar a la orilla.
Escribo desde que cree un logos propio, un código propio. Se escribe desde que se empieza a razonar y a desarrollar una conciencia.
La conciencia dolía, pero yo no conocía ese tipo de dolor. De algún modo se entiende mejor el mundo a los siete años.
Escribo desde la infancia porque es el único modo de escribir. Leer es distinto.
Escribo para ayudar a sobrevivir a cada especie. Otros animales leen mejor la naturaleza que nosotros.
Escribo para abrir posibilidades, encender un fuego. Llamar.
A nadie, a ustedes, a todos.