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Política sin Paideia

 

Andrea Bernal

 

 

Si la política es aquello que ya los griegos trataron de enseñarnos, una “Politeia” o “Teoría de las polis” que se unía a una “paideia” o educación, sin duda hoy ha perdido absolutamente su significado.

 

No solo su sentido originario y aristotélico estaba intrínsecamente ligado a un logos en cuanto condición del hombre. “El hombre es un zoon politikon, y lo es porque tiene lenguaje” (Aristóteles) ; sino que la propia facultad del hombre lo era en cuanto a su componente intelectivo que además le volvía virtuoso o en tendencia hacía una “areté” como camino hacia la felicidad.

 

Pero la política, que no debería ser sino ese arte de convivir, con todas sus dificultades y complejidades o esa red  de “prosopon/ persona” en diversidades que se cohabitan; es hoy la suma de opiniones sin sustrato (carentes de todo “Grund”) refugiadas en un partido político como escudo.

 

Por eso quien escribe no entiende la política de hoy. Esa política de voces que gritan y se gritan para decir nada. Sería más nutritivo que, a suerte de Camus o Sartre hablasen de la nada.

 

Los partidos se han convertido en jaulas de grajos donde priman picos indecorosos y sin escrúpulos. Los políticos atacan la vida personal de unos u otros y sacan enseres en estrados: cartoncitos, encuestas, imágenes volátiles. Tratan de mimar una política basada en “emotivismo moral” que mucho se distancia del propio Hume.

 

Nada es lo que parece o lo que pretendía parecer. Por eso la inconsistencia moral (todo lo contrario a éticas deontológicas o teorías comunicativas de Habermas) se entretiene aleteando en discursos sin fondo, en promesas sin cumplir, en tiempos que se atropellan para conseguir más votos con ocurrencias estrambóticas.

 

El peligro de una política sin “paideia” es precisamente el riesgo de un conformismo mental social que comience a tomar como lo “bueno” o “lógico” los discursos insustanciales, la falta de altura de miras, la capacidad crítica de ver más allá, entender más allá, al otro-al que tomo “contrario a mí”.

 

“Comprender no es justificar” decía Hannah Arendt. La gran mayoría de los políticos no lo entienden. La gran mayoría de los políticos tampoco han leído a Hannah Arendt o se ayudan de una paideia para con-vivir.

 

No se trata de re-crear un modo de contemplar la sociedad como Platón, o que pudiera desembocar en elitismo, pero sí se trata de abrir los ojos y tener la mínima sensibilidad o humildad para superarnos en nuestras propias ignorancias y saber que el arte de convivir requiere una formación constante. Porque formar-se es también una forma de entregar a los demás, cuidar la forma de uno y cuidarnos juntos.

 

 

 

 

 

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