Poliedros
Andrea Bernal
Poliedros, somos poliedros. Somos “πολύεδρον”, es decir: muchas bases que nos configuran.
Somos anticipaciones de perspectivas de Ortega y Gasset que comenzaron a situarse en Grecia, en las explicaciones del cosmos y de la “physis”, la naturaleza. Cada poliedro es individual, con caras diferentes, rostros, días, vivencias.
Mirar a la naturaleza desde los presocráticos es entender mejor lo que nos rodea. El “Umwelt” es propio y ajeno. Todo “ello” exterior lo describieron ya Empédocles y Anaxágoras.
Nuestra semilla y pluralismo se asienta en fuego, aire, tierra, agua. Nuestro “nous” o intelección no es posible sin un cosmos exterior.
Mirar-nos y mirar-al-rededor, debería ser obligatorio. Del detenimiento surgen las ideas, las concepciones teleológicas, el pensamiento que atiende a la belleza de la flor y la convierte en número.
Es número es el fruto y enigma del que nos alimentamos. Merecemos detenernos ante él y estudiarlo. Las verdaderas matemáticas son planteadas ya por Pitágoras y Platón y parten de un cosmos lógico, relacionado, observado.
No es posible – y quizá esto explique la crisis por el estudio de las ciencias puras hoy- entender los poliedros que nos rodean sin leer el Timeo, sin observar con Empédocles, sin crear una indeterminación o “ápeiron” por primera vez con Anaxágoras, o recoger los números vivientes -cualquier pétalo- con las manos naturalistas de Goethe.
No es posible conocer los enigmas que nos quedan sin sosiego y detenida observación. Lo importante son los poliedros, no se olviden. Los infinitos poliedros de un nosotros- “ello”- yo.