Llueve
Andrea Bernal
En un momento impreciso, en el que el sol aún ilumina los patios y el azul asoma tímido por las esquinas, se produce el gris perla que mancha de finas gotas de tinta todo Lanzarote y se espolvorea a nuestro alrededor.
Un jueves a las 13.30, Aday me sujeta la silla del aula porque no me resisto a subirme, asomarme a las altas ventanas, y ver esa lluvia como hilos de seda cayendo entre las rocas volcánicas.
Los niños me dicen “todo se pondrá verde” , como quien sabe que una lluvia vulnerable, constante , y sutil -todo lo contrario a torrencial- trae la belleza, los frutos y los nuevos colores.
“Pasa siempre, pasa de noviembre a enero”. Sin saberlo han convertido en un poema sus palabras.
Poco después, el aspecto más práctico invita a pensar en la ropa tendida, en las terrazas, en los deslizantes suelos, en los zapatos.
La lluvia de este jueves en Lanzarote es la destreza de la naturaleza, pero invita a reflexionar sobre el elemento sutil de toda lluvia constante que se entretiene en una nube pasajera. Los hombres somos tan pasajeros como esa nube. Y la lluvia dura apenas 12 minutos.
Una lluvia que cambia, desliza, una diapositiva , el inicio de una imagen en movimiento.
Después vendrá la luz: Una luz entretenida en colores azulados, grisáceos, verdosos.
Lo pequeño, los hilos transparentes, lo imperceptible pero constante y atrevido, dará sus frutos.
Así debería suceder también con cada niño, con cada hombre sensible…Aquél que acoja esa lluvia podrá ser más verdadero que cualquier elocuente tormenta o estruendo feroz.