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Kaiser Federico: Mayo del 23

 

Andrea Bernal

 

 

Yo vivía en el colegio de la congregación Demoniaco Aprendizaje Obtuso Sinsentido. Era un bello dragón rojo, inofensivo, plácido, paciente. Manopla, me llamaban. ¡Qué confusión! Quien es sabio conoce bien que toda ficción no es más que sutiles golpes de realidad.

 

Dormía en un aula de profesores donde silenciosamente reposaban cuadernos, cartulinas, libros, alguna olvidada gorra de los niños, pinturas, ordenadores.

 

Mi felicidad plena llegaba cada mañana cuando comenzaba la jornada laboral y mi extraña dueña me introducía en su mano, me otorgaba de vida, y hablaba con los niños en diferentes idiomas. Realizaba dictados. No cualquier dictado. Dictados que hablaban de nubes rosas, elefantes manchados de tinta azul, vidas inventadas de mi dueña, nuevos fichajes futbolísticos, mundos posibles dentro de la imposibilidad.

 

Los alumnos, locos por tenerme, me cogían, me gritaban, me estrujaban. ¡Algunos me besaban!. Mi voz cambiaba en cada nueva mano. Era un fenómeno mágico y bello. La voz de cada niño formaba el conjunto de una voz común.

 

Un día, sin saber el motivo, me despidieron. No es sencillo entender la vida de los humanos adultos. Es posible que alguno se atemorizase de mis dientes o que los coros de carcajadas no encajasen en el protocolo de un eficaz aprendizaje feliz.

 

Uno de los niños del colegio de la congregación leyó en “Lancelot Dragon Journal” que me habían despedido.

 

Rápidamente se movilizó con otros de sus compañeros y decidió iniciar una cadena de protestas llamada Mayo del 23.

 

Hay quien piensa que toda protesta por la salvación o dignidad de un dragón, constituye un acto utópico y sin sentido. Nada más lejos de la realidad. A esa protestas se unieron muchos de los compañeros de mi dueña, que hasta ahora habían carecido de dragones, pero decidieron entablar amistad con miembros de mi especie. Las manifestaciones y protestas fueron todo un éxito. Si bien había alguna que otra señora que seguía sin entender sus razones, todo se produjo con tal pacifismo y respeto, que el interés se fue extendiendo por la isla.

 

 Sirva esta crónica para todos los niños que tienen un dragón interior, como yo, como Kaiser Federico I. Sirva esta crónica para extender mis abrazos a cada uno de los niños y compañeros de la congregación que durante largo tiempo han aprendido a ver el mundo real, el aprendizaje continuo de una vida con amor, curiosidad, libertad, respeto.

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