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In memoriam  

 Por José María Acosta

 

 

 

En la madrugada del 14 de abril de 2024, a La edad de 86 años, ha fallecido Antonio Martinón Armas.  El 19 de mayo de 1990, a temprana hora con el sol que ya brillaba pero que en tu rostro no se reflejaba y Arrecife aún sin ruidos, tu corazón, a esa hora, a la que habitualmente ocurren los eventos cardiovasculares, no te dejaba, sospechabas que algo no iba bien pero claro quien se iba a creer síntomas del enfermo  imaginario.

 

Ya en urgencias te dijeron que tu corazón sufría, estabas en silencio, en ese momento no tenías esa maravillosa verborrea con la que has defendido tantos y tantos asuntos profesionales, pero para ti, no encontrabas frases para tu dolor por eso callabas, tan sólo me miraste, me cogiste La mano y me dijiste: "No me dejes morir, soy demasiado joven y tengo una familia que sacar a delante". A partir de ahí pasaste de enfermo a amigo, a más que amigo, a una relación muy especial, ¿verdad que si campeón?

 

Desde entonces y una vez que el miedo se apaciguó, si, sólo se calmó, pero nunca llegó a desaparecer, has vivido intensamente y con ese sentido del humor tan característico tuyo. Recuerdo cuando te llamaba al despacho me decías- al habla el "mejor abogado de Lanzarote- y así era reconocido ampliamente.

 

Tuviste muchos amigos, desde Catedráticos en La Laguna y en et Colegio Mayor como Francisco Tomás y Valiente a la postre presidente del Tribunal Constitucional y con el que mantenías estrecha relación (Por navidad el salmón de Uga no le faltaba) hasta su desaparición vilmente asesinado por ETA, con Manuel Morón Palomino catedrático de Derecho Procesal, que te ofreció quedarte en la cátedra de La Laguna pero en ti primó la responsabilidad familiar y decidiste cambiar la vida universitaria por un despacho profesional donde brillaste hasta hace bien poco y saliste ganador en la mayoría de los asuntos, le dedicabas  todo tu tiempo, vivías para ello y por eso triunfaste , hasta camareros/as, dependientes, libreros, comerciantes... presumías de que todo el mundo te apreciaba y yo lo comprobaba cuándo paseábamos por la Calle Real o íbamos a comer por ahí, y que no te habías peleado con nadie, bueno con tu amigo inseparable cuándo hablábamos de política.

 

Antonio, ante todo fuiste buena persona que es lo mejor que se te puede decir a alguien. Hace unos días tu hija Goretti, cuándo tu yacías en esa cama de hospital, casi sin voz, sin fuerzas pero la suficiente como para oír mis palabras de aliento, me dijo, con voz entrecortada, lo vamos a perder pronto pero ha sido un buen padre y buen abuelo.

 

En nuestras largas conversaciones me hablaste de todo, de Eduardo y Pepa (Padre y Madre, como decíais entre los hermanos) de los sacrificios que pasaron para sacar a sus hijos a delante, de tu hermano Enrique al que te unía una relación muy especial y que pude comprobar que la relación especial era mutua.

 

Eduardo, tu padre, era republicano y tú has aprovechado para irte con él en el aniversario de la segunda república, ni se te ocurra contarle tus últimas tendencias políticas.

 

Campeón, seguro que antes de irte te has encomendado a ese Dios del que Mari Nieves tanto te hablaba y qué en alguna ocasión, conversando de religión, me decías que en esos momentos hay que agarrarse a un clavo ardiendo y así lo habrás hecho. "Que la López se quede tranquila".

 

Antonio cuándo llegues a donde tengas que llegar, igual  hay algún ángel del sexo femenino, no le tires tos tejos, cógela de la mano, mírala a los ojos y dile que no te sentías lo suficientemente mayor como para haberte dejado morir.

 

Tu hija Mabebe decía que nuestra amistad era tan grande que parecíamos pareja de hecho, nos queríamos y nos lo decíamos a pesar de que tu comentabas que entre hombres no se estilaba.

 

Te quería, te quiero y te querré siempre.

 

Descansa en paz.

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