Imaginación
Andrea Bernal
“Alguna vez es la primera vez”, dice el hombre de manos grandes, inocente como un niño a sus 56 años. Después piensa que no entiende poesía.
La imaginación es el atributo más bello de los hombres, la capacidad más infinita de una psique que ha caído a un espacio real acostumbrado a la racionalidad mecánica constante y objetiva en uno de los siglos más poderosos para la instrumentalización humana.
La imaginación pertenece a los niños. Pertenece a ellos porque cuando imaginamos lo hacemos desde nuestro Yo-niño, no desde lo infantil.
Hay una diferencia radical entre el infantilismo y el niño interior que explora en libertad el mundo, lo crea, lo convierte, genera arte o un sinónimo de arte: La genial esperanza de girar las realidades con las que convivimos.
Una niña “mala” del colegio, es, a sus 7 años, poeta. Miraba atentamente hace dos semana la fabricación de figuras de papel y nos preguntaba: “¿Qué es, qué es, qué es? ¡Ya sé! Parece un hombre que vuela con alas de mentira”.
Otra niña “mala”, inquieta en un vuelo insular, mira la luna por la ventana. Su padre le dice: “¡Mira qué bonita! ¡Está llena!”, y la pequeña responde “Llena de tanto comer”.
La imaginación es necesaria. Entrega otro mundo a los demás con el que convivir. Es generosa, es sincera, es personal e inviolable. Imaginen, narren lo imaginado. Narren eso que llaman surrealismo y es la única verdad de la vida.
Si la perdemos, tal vez estemos un paso más próximos a la muerte.