Familias
Andrea Bernal
Atendiendo a su etimología, la palabra familia proviene del latín “famulus” y significa criado. Criados de la antigua Roma. A la palabra se unía una esfera de privilegios y linajes.
En el siglo III, el término se suavizó y se estableció como “familias”, como bóveda que cuidaba a sirvientes, esclavos, hijos, mujer…
Lo que entendemos ahora por familia, es una relación de ascendientes, descendientes, de un linaje (RAE). Sin embargo y por fortuna, hoy nos parece impensable hablar de ella sin los lazos fraternales que la unen, sin esa huella imperceptible de cariño y amor que rodea a cada uno de sus miembros.
La belleza de una familia reside también en su diversidad. En la unión y superación frente a conflictos, alegrías, tragedias y el apoyo común.
Esa sensación de cariño, apoyo, abrazo (que etimológicamente también significa “acortar brazo”, “hacerse cercano -a”) viví durante un fin de semana al conocer a la familia Cabrera de La Palma.
Tal vez por tratarse de dos días, y no poder captar todas las imperfecciones humanas, tuve la sensación de encontrarme en casa. Una casa abierta a todos, donde pueden sumarse los más remotos extranjeros, las más extrañas poetas peninsulares …Una apertura de puertas constante.
La familia Cabrera es a su vez una familia secreta. Su bondad está impregnada de secretos, discreción, antecedentes, nombres en común, historias de amor.
No hay nadie en Garafía que no haya escuchado el vuelo de cientos de pájaros-verso, el vuelo de sus aviones lejanos. No hay túneles verdes tras los Tilos, que no hayan añorado el latir grande y fuerte de un cuatro por cuatro color negro, ni ola en el puerto de Talavera que no haya rugido ante las voces de una muchacha.
El amor de una familia, el amor sencillo, el que alimenta de palabras y dulzura, lo encontré en La Palma. La Palma, mes de marzo. Inicio de una primavera de reconstrucción. La esperanza de todos nuestros volcanes interiores.