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Famara. Un No

Andrea Bernal

 

  

Todo lo humano fue por un momento ajeno al corazón.

 

Chillidos de charranes ocultos en el risco de Famara. Olas de gran altura que serpenteaban en la arena apropiándose de todo lo que encontraban a su paso. Temporal. Grave, profundo temporal. Granizo de octubre. Blanco natural sobre pintura blanca. Ruido.

 

Peces incendiándose en azulados fuegos y tres diminutas casitas blancas como testigo.

 

No sabemos mirarnos y las voces no ajenas de la naturaleza poseen más de una afirmación.

 

Todo lo devoró la boca feroz de una ola: la risa, la barca, el tiempo.

 

La contundencia de un No de Famara hoy ante nuestros desechos es la curva triste que se posa en los labios de Alegranza.

 

Tristeza. Terror. Ojitos de color de parapentes tirándose precipitadamente al vacío sin guiñarnos un ojo y piedras y más piedras cortando las carreteras. Todo acceso requiere precaución. Es un fenómeno cruel, continuo, que nos deja sin posibilidad de acción.

 

Famara ha decidido por nosotros. Escribo a un No que cierra su posibilidad amable y frecuente, la Famara bella. Me pregunto qué ocurriría ante un grave, inmenso, gigante temporal. Ficciones que ensucian la imagen de la belleza y que la literatura es capaz de ofrecer.

 

Lanzo todos los residuos léxicos y monstruosos por un acantilado. Me familiarizo y pienso, si pronto no tendremos más que residuos, residuos, residuos, y un mar furioso gritando un No. 


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