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El frío que se hizo calor

 

Juani Alemán Hernández

 

Hoy he querido recordar  a todas las madres que como yo, han sido mamás de otra manera y con mucho afecto. Hace casi 17 años llegué a Lanzarote con mi segundo hijo, sus ojos verdes, brillaban y no se cerraban, porque para él todo era novedoso. Un gran trayecto y aprendizaje me esperaba, porque, aunque madre biológica; esta experiencia era única. Como dijimos mi amigo Felipe y yo, cuando fuimos a la casa de Saramago, a contar nuestra experiencia a otros padres, hay que ser muy generoso de corazón, para poder dar VIDA, a un niñ@, que no nos conoce de nada, que viene a un lugar que no es el suyo, otros olores, sabores, clima, ese sentirse desprotegidos y estar con personas que no conocen de nada. Me paraba a pensar y tenía que ser muy duro, ese comienzo s in poder compartir una palabra, enseñarlo a dar un beso, cosas que parecen básicas pero ellos no las tuvieron. 

 

Tal y como nos dijo una psicóloga, si tuviéramos que pasar por esa experiencia, seguro que lloraríamos, porque aunque vengan a una vida mejor, la que conocen es para ellos la que única. Después de un viaje de tres días con unas temperaturas bajo cero, sentí algo de pavor, porque muchas cosas se vuelven en contra, pero mi deseo de ser madre, lo podía obviar todo. 

 

Cuando escucho a muchas mujeres decir, que quieren adoptar, admiro su decisión, porque hay que estar muy preparada y henchida de amor para pasar por esa experiencia.

 

Esas mochilas vienen cargadas de muchas frustraciones y dolor, no es fácil. Me llamó mucha l atención, la historia de Bach,  estaba destinado a ser músico. Tuvo una niñez feliz, su padre, que era violinista, le enseñó a tocar el instrumento. A los diez años se desencadenó la tragedia; sus padres murieron con una diferencia de un año. En una época en que los niños huérfanos a menudo quedaban abandonados, Johann Sebastián fue adoptado por su hermano mayor, Johann Christoph, su herma no enseñó a Johann Sebastián a tocar el teclado, y a los quince años le consiguió el primer empleo remunerado en un coro de iglesia, tuvo suerte, no todos corren la misma. Muchos se pierden en el camino, y no se recuperan nunca.

 

El apego en los niños adoptados es algo que se desarrolla a partir del afecto que se les brinda. Para un niño adoptado la estabilidad afectiva es, quizás, aún más imprescindible que para cualquier otro niño. No suelen pedirla, pero efectivamente la buscan.  Mi confianza en que ya era madre; y que todo iba a ser un camino fácil, fue un gran error; había que echar coraje y valentía, aprender algo de su idioma para poder comunicarnos, y convivir. Hoy ya con 23 años; es un ser extraordinario, consiguió sus metas, con sus estudios, inteligente y capaz de todo lo que se proponga. Lo mejor es que su camino a pesar de ser difícil y pedregoso, no se torció y su mochila le permitió ser lo que es hoy, un niño feliz.

 

Yo, su compañera de viaje, a veces, esa mamá insoportable y repetitiva, no dejé que ese camino le fuera aún más difícil. Puedo sentirme orgullosa de verlo como lleva una relación muy bonita con su hermano Arón, compañeros de viajes, de risas y con todo el amor que se profesan.

 

El entusiasmo, las ganas, la tenacidad, la valentía y sobre todo la entrega sin esperar nada, hizo posible que ese niño de ojos verdes llegado del frío, tuviera una vida feliz.

 

Andrey y Arón, hermanos de CORAZÓN. 

 

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