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El feminismo que el mundo necesita

 

Por Inés Rodríguez

 

  • Inés Rodríguez
  • Cedida
  • Hoy en día, llegan a nosotros miles de noticias relacionadas con el machismo y el feminismo. Son conceptos que no nos resultan nada desconocidos, sin embargo, son innumerables las personas que no saben exactamente qué significan, o cómo detectarlos en nuestro día a día. Y lo peor es que creen saberlo, no llegandose a preguntar: ¿qué es realmente ser machista?, ¿el feminismo es correcto, o, por el contrario, nos sumerge todavía más en el pozo de la desigualdad? Esto se debe a que determinados personajes públicos se han encargado de emborronar eso que creíamos tan claro. Porque, queridos lectores, siento deciros que esto que predican feministas actuales es un excelentemente disimulado discurso de odio dirigido a los hombres, y que dista considerablemente de lo afirmado por otras personalidades del 8 de Marzo, tales como Clara Campoamor o incluso la Reina del Pop Madonna, figuras más importantes de lo que creemos para el feminismo real, ese que expondré en este artículo.

     

    El machismo nace en el mismo momento que el hombre percibe que la apariencia del género femenino tiene un aspecto más débil que la del género masculino. Es así como, pronto, en las primeras civilizaciones, el papel de la mujer comienza a ser exclusivamente de madre y ama de casa. Es un ser que, a los ojos del humano, sólo es beneficioso para asegurar que la especie continúe. Esta actitud se asumió como parte de nuestra cultura durante siglos, lo que generó un ambiente de discriminación y violencia. Pese a que algunos individuos intuían que no era correcta, lo cierto es que no muchos se atrevieron a criticar al sistema, debido a la existencia de diversos regímenes políticos, al mismo tiempo que de otros factores derivados, como los crueles castigos que recibían los considerados rebeldes.

     

    Efectivamente, el camino hacia los derechos que poseemos en la actualidad estuvo repleto de obstáculos, de hecho, la mujer no se trasladó definitivamente a la dimensión laboral hasta el término de la Primera Guerra Mundial, cuando las jóvenes, que en un principio suplían en las fábricas a los trabajadores que partieron al conflicto, ya no quisieron retornar a su situación anterior; a la vez que, poco a poco, el movimiento sufragista femenino, capitaneado en nuestro país por la activista Clara Campoamor, también se estaba haciendo notar. Y es que, en líneas generales, otras mujeres antes que nosotras ya se encargaron de erradicar parte del machismo en Europa. Es innegable que quedan desigualdades en ciertos ámbitos de nuestra vida cotidiana, pero la progresión es evidente. Por ende, es risible pensar que nadie se ha preocupado por erradicar la discriminación de género, dado que ya se están llevando a cabo multiples acciones, algunas desde hace tiempo, para cumplir con esta misión.


    En lo que se refiere al feminismo, incontables personas, llegados a este punto, se confunden. El concepto en sí parece querer posicionar a las chicas por delante de los chicos, sin embargo, no es así. Esta lucha suele estar liderada por mujeres; pero su objetivo, en teoría, es fomentar la igualdad entre ambos géneros en la medida de lo posible. Es un movimiento aún necesario en ciertos países, donde, sobre el machismo, se sientan las bases del comportamiento de los ciudadanos. No obstante, el feminismo presente, en su mayoría, ha terminado por atravesar una barrera que antes se creía infranqueable: gracias a este, ahora son los hombres quienes, sutilmente, sufren discriminación. Ha adquirido una relevancia de tal magnitud que está sembrando la más absoluta de las ignorancias en la sociedad, ya que algunas de sus miembros consideran que todo ser de género masculino ha atentado contra nuestras vidas o las ha hecho más complejas de lo que tendrían que ser, proceso por el que, a través de las redes, calumnian a los hombres o manifiestan un sentimiento de egocentrismo, simplemente por identificarse con el género contrario. Si invertimos la situación, nos resultaría hasta desagradable que hombres promulgaran estas clase de injurias sobre las mujeres.

     

    Sin embargo, nuestras superiores, que se creen progresistas, han conseguido que normalicemos este discurso de odio. Es decir: la emancipación femenina, en varias mentes, se ha tornado disimuladamente en hembrismo, un tipo de violencia del que también debemos huir a toda costa. Es por ello que otras muchas personas no se alían a esta causa, aún cuando se están olvidando de que ese no era el propósito inicial del feminismo, lo más triste de esta historia. El ataque no sólo se ha quedado en los rasgos negativos de algunos hombres, que nosotros cometemos el error de generalizar, sino que también se ha trasladado a la cultura pop. Sacan a relucir cómo los videojuegos o los animes nos “sexualizan”, pero también cómo en la gran pantalla pasamos a un segundo plano, no ofreciéndonos así tramas memorables. Es evidente que las mujeres hemos sido observadas alguna vez por nuestra apariencia, pero existen determinadas obras donde el argumento termina por opacar esto. Es el caso de Evangelion, que se esfuerza por diseñar mujeres atractivas, que llamen la atención, no obstante, son personajes bien escritos, que acaban teniendo incluso más relevancia que los propios adolescentes varones que aparecen en la animación. Otro caso es Grease, el musical que se sustenta en un argumento machista, aunque para 1979, año en que se estrenó el filme, no lo era. En él, aparece una muchacha llamada Rizzo que, en cierto modo, es la que ordena ese mundo tan misógino, ya que hace lo que quiere, sin importar los comentarios de la sociedad. Las llamadas progresistas permanecen en constante análisis de los errores del séptimo arte, y no conciben algo positivo entre tanto machismo. En mi opinión, el cine ha aportado sabiamente valores a nuestra lucha, y ha tenido derecho a confundirse, porque es una industria alimentada por la cultura, la que varía constantemente.

     

    Un ejemplo de actitud feminista que todos deberíamos tener es, sin duda, la de Madonna: con sus canciones, estética y carácter ha conseguido luchar por la causa, sin necesidad de recitar algún discurso. La cantante siempre ha declarado que sus claves para crear música han sido expresarse de la forma que le parecía más conveniente, y su independencia.Y eso, aunque resulte difícil de creer, ya es suficiente para lanzar un mensaje al mundo: que las mujeres dedicadas a grabar hits también existen, personas que, además, son libres para decir en sus versos lo que prefieran. Con sus aportaciones al arte inspiró al mundo, a la vez que exigió derechos para las mujeres, todo sin atacar a ningún grupo social. Os prometo que no hace falta nada más para emanciparse de los cánones sociales. No seremos iguales en fisonomía, pero nuestra mente funciona de manera similar. De hecho, cuando el psiquiatra Sigmund Freud desarrolló su teoría del psicoanálisis, en ningún momento hizo distinción de género. ¿A qué quiero llegar con esto? Pues que, a pesar de que nuestra forma de reaccionar ante las dificultades que se presentan en nuestra vida es distinta, ya sea por madurez o por las emociones que dominan nuestra psique; en realidad todos somos capaces de realizar los mismos trabajos, así como de cometer las mismas atrocidades. 

     

    Dejemos de mirar a las acciones del pasado, que son inamovibles, y pensemos en cómo podemos hacer que las generaciones venideras crezcan sabiendo que ambos géneros están en igualdad de condiciones, sin estos prejuicios que hoy la sociedad nos impone. De nosotros depende que el feminismo se convierta en una lucha productiva, o no. El caso es que el mundo lo necesita, y por ello, debemos ejecutarlo correctamente, sin mentir ni exagerar. Puede que la igualdad plena sea una utopía, mas, podemos alcanzar un nivel donde todos tengamos algo de respeto. ¿Acaso la filosofía no acepta otras miles de respuestas a nuestros dilemas morales?

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