De cine
Andrea Bernal
La muestra de cine de Arrecife estos días, cuyo tema de fondo ha sido “el viento”, nos ha proporcionado un bello modo de acercarnos a películas de autor, más desconocidas para el gran público, y que los asistentes hemos disfrutado en El Almacén.
El “viento intelectual” de este emblemático espacio ha proyectado películas formidables: “El globo rojo”, “Bitter wind”, “Heurtebise”, “Derivas”, “La puerta que se abre”, “Sophia”…
El séptimo arte permite que nos traslademos desde una isla a lugares recónditos y culturas lejanas. El entendimiento que provoca la visualización es de algún modo filosófico. Un carácter filosófico en cuanto al carácter holístico que com-prende distintos tipos de vida y realidades.
Nuestro ver determina lo que somos. Lejos de un perspectivismo, a modo de Ortega y Gasset, o del panóptico Foucault, deberíamos reflexionar sobre el efecto visual que se produce en un mundo hoy “enmascarado”.
Ver es vernos, es un modo de convivencia y aprendizaje interior. Ver es ver también la interioridad humana y no solo nuestra apariencia exterior.
No olviden que se puede ver también cerrando los ojos. Crear cerrando los ojos. No olviden a Borges, a la caverna platónica o las cuevas de Saramago.
El cine provoca la sensación del re-encuentro con toda psicología del hombre y a la vez despierta emociones, nos remueve y envuelve en la experiencia artística.
Ante una actualidad que se prevé en “metaverso”, hemos de ir al cine más que nunca para re-encontrarnos con el otro Yo-Nosotros que constituye aún nuestra verdadera realidad.
Ponernos en la situación del otro y mirar nuestras fragilidades, constituye además un acto de libertad. Nuestras máscaras no pueden cercar los ojos. Toda venda caída es un acto poético y el cine tiene la capacidad de un reencuentro sutil con la mirada ajena.