Marrakech, la belleza de la “Ciudad Roja”
Recorrer sus callejas laberínticas, visitar sus monumentos, comprar en el zoco o degustar su gastronomía, son opciones que hacen este viaje muy recomendable
El verano ha finalizado y nos asomamos a octubre con ganas de viajar y conocer nuevos parajes. Este mes nos vamos, de la mano de Binter Canarias y Canariasviaja.com, hasta Marrakech. Conocida como la “Ciudad Roja” por el color rojo de sus edificios, esta ciudad tiene en su fantástica Medina un caótico entramado de callejuelas, zocos, palacios, mezquitas, jardines y rincones únicos que enamorarán al visitante.
Se trata de una de las ciudades más visitadas de Marruecos y hay mucho que ver en ella, por eso seleccionamos algunos lugares de obligada visita.
La Plaza Jamaa el Fna es el centro neurálgico de Marrakech, el corazón de la Medina, y donde acaban todas las rutas. Es recomendable visitarla en varios momentos del día ya que su transformación es impresionante de la mañana a la noche.
La Mezquita Koutoubia, también conocida como “minarete de los libreros”, por la gran biblioteca y los puestos de manuscritos que la rodeaban antiguamente, es uno de los edificios inconfundibles de la silueta de Marrakech gracias a su minarete de 66 metros de altura culminado con azulejos verdes. Es una de las mezquitas más grandes del mundo árabe cuando terminó su construcción en el año 1158.
No se puede ir a Marrakech y no visitar El Zoco, regatear, recorrer y comprar. En el Zoco se pueden encontrar infinidad de cosas, desde los típicos farolillos de metal, babuchas, chilabas, alfombras, juegos de té, especias y frutos secos, hasta ropa.
La Medersa Ben Youssef es la escuela musulmana más grande de Marruecos. Fue construida en el siglo XIV, y en su máximo apogeo, 800 estudiantes memorizaban el Corán en sus 130 austeras celdas hasta su cierre, en el año 1960.
A pocos metros se encuentra el Qubba Barudiyne, único vestigio de arte almorávide que se conserva en la ciudad. Construida por los almorávides a principios del siglo XII y enterrada bajo escombros durante siglos, fue descubierta por estudiosos franceses en 1947 y se utilizaba para abluciones de los fieles antes de la oración en la cercana mezquita de Ben Youssef.
A pocos metros de la Kubba almorávide se encuentra la entrada al Museo de Marrakech, ubicado en un precioso palacio construido finales del siglo XIX por el gran visir del sultán Mulay Mehdi. Al margen de las constantes exposiciones, vale la pena la visita por su increíble arquitectura en la que destaca un patio interior con tres fuentes rodeada de bonitos mosaicos.
El Jardín Secreto es un oasis verde ubicado en plena Medina, a 5 minutos andando de la Medersa Ben Youssef, y abierto en 2016 después de años de olvido, es uno de los lugares que ver en Marrakech más relajantes. Este jardín de estilo árabe-andalusí que data del siglo XVI, de la dinastía Saadí, se encuentra rodeado por altos muros que dificultan su localización.
La Medina está rodeada por una impresionante muralla de 15 kilómetros que separa su parte más antigua de los nuevos barrios y que se ha convertido en otro de los lugares que visitar en Marrakech imprescindibles. Construida en arcilla roja y adobe, la muralla alcanza una altura de unos 10 metros y tiene 10 impresionantes puertas de entrada entre las que destaca la Puerta de Bab Agnaou del siglo XII, decorada con bajorrelieves y piedra verde de Gueliz.
La visita no estaría completa si no se aprovecha la estancia para visitar las Tumbas Saadís en la Medina. Para acceder a ellas hay que recorrer un estrecho pasadizo, situado en el lado derecho de la mezquita Moulay El Yazid, cerca de la gran puerta Bab Agnaou. Una vez en el complejo funerario, hay que visitar el mausoleo de la Sala de las Doce Columnas, una verdadera maravilla.
¿Y qué comemos?
Uno de los atractivos del viaje está siempre en la mesa, y este caso no es una excepción: la gastronomía merece mucho la pena. Algunos son bien conocidos como hummus, una pasta elaborada con garbanzos, aceite de oliva, limón y tahina, pero otros como el bissara, no lo son tanto. Se trata de una crema hecha con habas peladas y especies. Se suele tomar como acompañamiento del plato principal. Los tajines de pollo, cordero o sardinas son muy recomendables. También la pastela de ave y la sopa marroquí de harira. El zaalouk, parecido al pisto manchego, la tangia, deliciosa la de cordero o las keftas, unas albóndigas de ternera deliciosas, son también exquisitas. Para finalizar, un digestivo y delicioso té de menta,