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Juan Machín, una mente juvenil en un cuerpo centenario  

 

El centenario lanzaroteño asegura que su “ truco para llegar a los 102 años es beberme un vaso de vino por la mañana y otro al mediodía”

 

  • Lancelot Digital
  • Jesús Betancort
  •  

     

    –¿Qué tal Juan? ¿Cómo está?

    –Bien, gracias a dios.

     

    –Vaya por dios. 102 años. ¿Cuándo cumple los 103?

    –El tres de mayo próximo. En unos cinco meses.

     

    –El otro día, cuando se le rindió homenaje como el militante del PP con más edad, dijo que no le importaría llegar a los 105 años...

    –Hombre, si me mantengo como estoy ahora, los años que me echen. A mí no me importa. Yo duermo, como, salgo a caminar. Los huesos ya no están como los de un niño. Hago  mi gimnasia y camino.

     

    –¿Cuánto camina?

    –Todos los días camino. Me voy al parque, luego hablo con los amigos. Y todos los días, un vasito de vino.

     

    –¿Ese es el truco para llegar a los 102 años?

    –Yo me bebo un vaso por la mañana y otro al mediodía.

     

    –Como si fuera por prescripción médica, ¿no?

    –Todas las mañana desayuno una taza de leche y un plátano. Me voy a caminar. Me echo el vaso de vino. Cuando vengo a las once, mi hija me tiene el zumo de naranja preparado.  A las dos y pico almuerzo, mi hija me tiene una comida preparada, bien preparada. Como, me echo la siesta hasta las cinco. Me levanto y me pongo a ver la tele. Y así hasta el día siguiente y todos los días. Y hasta que Dios quiera.

     

    –¿Fumó?

    –Para qué te voy a decir que no, yo fumaba mucho y beber…, bebía como un cosaco. Dicen que fumar y beber es malo pero a mí no me afectó.

     

    –Pero sí tuvo que dejar de fumar, ¿no?

    –Dejé de fumar porque me dediqué a fumar puros y me quemé el labio porque los apuraba mucho. Fui al médico, me operó y el doctor me dijo que después de curarme que dejara de fumar. Y lo hice. Santo remedio.

     

    –¿Y de beber?

    –Pues de beber igual. Me cogía unas trancas que no había quien me mantuviera. Mi señora se volvía loca. Una vez rompí el catre. Me daban unos ataques tan fuertes que rompí el catre y al día siguiente tuve que cogerlo, subírmelo al cogote y llevarlo al carpintero para que lo arreglara (risas).

     

    –Bueno, pero usted no recomienda que se beba o fume.

    –No, digo que eso es malo, pero lo que yo digo es que a mí no me ha hecho daño. El tabaco igual. Yo fumaba hasta la camellita en cachimba y todo para adentro.

     

    –¿Su longevidad es de familia? ¿Tiene familiares tan longevos como usted?

    –No, de 90 no pasó ninguno. Murieron con 70 u 80. Dicen que mi abuelo vivió 100 años pero yo no lo conocí.

     

    –Dicen que tener buen humor es bueno para llegar a mayor.

    –Claro, es la base principal. Si uno no tiene humor, no llega. Una de mis nietas me hace más perrerías… es el bicho más malo que hay. Me viene; me tira por los calzones para abajo… es una machanga pero la quiero bastante. Son muy buenas. Y tengo una hija que eso no tiene nombre, de buena.

     

    –Usted nació en 1916 en Soo. ¿Qué recuerdos tiene de su infancia?

    –Soo era un campo de jable. Cuando había viento, había que cerrar las puertas. Te podías pasar  6 o 7 días con las puertas cerradas por la arena que te entraba.

     

    –¿Y cómo era la escuela?

    –Yo fui poco a la escuela. Mis padres eran pobres y tuve que ayudar desde muy pequeño. Me pusieron a guardar cabras. Lo poquito que aprendí, lo aprendí en el cuartel. Allí aprendí a leer y escribir. No podía ir a la escuela todos los días. A la escuela iba quien podía.

     

    –¿Hasta cuándo estuvo en Soo?

    –Estuve en Soo hasta los 50 años. Hice casa en Arrecife. Mi mujer murió a los 86 años y llevo ya más de 15 años sin ella. Ahora estoy con mi hija. Pero mejor que mi hija, no existe nadie. A boca llena digo que es una maravilla. Desde que salgo por la mañana, me mira si tengo alguna manchita. Si ve que tengo pelos en la nariz, me para, coge unas tijeras y me las corta (risas).

     

    –Seguimos avanzando. Llega la Guerra Civil. ¿Tuvo que ir a la guerra?

    –Sí, toda la guerra. Me tocaron en casi todos los frentes. Tuve la suerte de que me tocara una excelente persona como cabo de escuadrón. Me recomendó que en el frente no caminara recto sino en zigzag y que me cubriera la cabeza con la culata del fusil. El ya tenía experiencia de estar en la guerra. Y después tuvo la suerte de que lo subieran a cabo fourier y me dijo que si lo subían lo llevaría de ayudante de cocina. Y así fue.

     

    –¿Cómo era estar en el frente? ¿Cómo era estar en la batalla?

    –El frente era muy malo. La comida no la podías pasar para abajo del miedo. Todos los días, estábamos como en una casa, en la cocina, y todos los días llegaban cinco o seis muertos.

     

    –¿Y gente conocida?

    –Dos chicos que murieron eran de Lanzarote. Uno de Soo, era primo hermano mío.

     

    –¿Uno cuando regresa de la guerra viene tocado? ¿Lo pasa mal recordando episodios de la guerra?

    –Todo se olvida. Es imposible vivir recordando continuamente lo de la guerra. Pero mira tengo recuerdos de la guerra, pero una vez finalizada la guerra, se vivió bien.

     

    ¿Cómo era la España de Franco?

    –Yo vivía bien. Al  principio se pasó mal, con las cartillas de racionamiento. Así estuvimos un par de años. Había más respeto.

     

    –Pero, hubo represión, ¿no? Había miedo

    –Hombre, claro. Había miedo. Si veías un guardia civil, todo el mundo estaba con las orejas levantadas.

     

    –Pero ¿abusaba la Guardia Civil de su rango?

    –A veces, pero en el fondo se vivía bien. Yo no me quejo. Con Franco había respeto. Hoy en día se ha perdido el respeto.

     

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