Tras el 10-N, todo igual… pero peor
No se puede decir que las elecciones del 10-N hayan servido para algo salvo para cansar a los electores todavía más. Los pasado comicios no han desbloqueado, ni siquiera aclarado, la situación política en España. Tras abrirse en la misma noche electoral las urnas, todo sigue igual, pero peor. El ganador, el Psoe, perdió unos 800.000 votos, y tres diputados menos, en comparación a las elecciones de abril y ahora, encima, hay un arco parlamentario más fragmentado con la presencia de nuevos partidos políticos.
Se puede decir que el Psoe ganó las elecciones pero fracasó en su intento de mejorar sus resultados: perdió casi un punto porcentual y no logró captar, como era su estrategia, el voto del descontento de Ciudadanos, partido que se ha hundido en estas elecciones al pasar de 57 diputados a tan sólo 10, lo que ha provocado la dimisión de Albert Rivera. El líder del partido liberal no tenía otra salida tras perder dos millones y medio de votos. De esta manera, Ciudadanos pasa de ser el partido que pudo, con sus 57 diputados anteriores, formar un gobierno estable con el Psoe a la irrelevancia parlamentaria con tan sólo 10 diputados.
Lo cierto es que tras estos resultados del 10-N sólo caben dos posibilidades reales para evitar unas terceras elecciones. El denominado gobierno de la gran coalición, es decir el formado entre los dos partidos más votados, el Psoe y el PP, en un acuerdo que de estabilidad al país o el llamado pacto Frankestein, es decir un acuerdo en el que el Psoe y Podemos gobiernen con los independentistas catalanes y vascos con lo que eso significaría con la crisis territorial de Cataluña de telón de fondo.
Hay una tercera opción, que se ha complicado con el sorprendente ascenso de Vox. Se trataría de que el PP y Ciudadanos se abstuvieran para permitir a Pedro Sánchez ser investido como presidente. El principal escollo es que Casado, el líder popular, dejaría mucho campo de acción al partido de Abascal que ha sido el gran ganador de las elecciones.
Así las cosas, lo único claro es que el panorama político se ha complicado aún más en España, cosa que no parecía posible, y con el detalle de que el país no puede permitirse el lujo de ir a unas terceras elecciones. Bajo esa premisa comienzan las negociaciones de un Pedro Sánchez obligado a buscar una varita mágica que le permita desbloquear la situación y formar gobierno.
Los ciudadanos, de hecho, han castigado a las dos formaciones que, pudiendo gobernar (Psoe-Ciudadanos), no lo hicieron abocando al país a la incertidumbre y a otras elecciones que nadie deseaba excepto Vox. El partido de Abascal aprovechó la crisis territorial de Cataluña y la exhumación de la momia de Franco para mejorar y, a la postre ser el único ganador de las elecciones del hartazgo. Consiguió aumentar de 24 diputados a 52 de una atacada impidiendo que el PP atravesara la barrera de los 100 diputados. Los populares salvan su crisis interna, y la situación le da algo de espacio a Casado para seguir liderando el partido pero para poco más.
Y centrando nuestra lupa en Canarias, la alianza nacionalista funcionó a medias, la experiencia fue positiva, porque se logró mantener los dos diputados pero es verdad que perdiendo uno en Tenerife y recuperando el de las islas orientales. Una sensación agridulce pero que permite al nacionalismo al menos a soñar en algo más que en una unión electoral efímera.