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O a la unidad o a la irrelevancia

 

 

  • Lancelot Digital
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    La presencia del llamado “voto canario” en el Congreso de los Diputados ha sufrido un duro revés. Los infantiles desencuentros entre CC y Nueva Canarias han conseguido que, de dos diputados de “obediencia canaria” en la legislatura 2019-2023, se haya reducido a un sólo escaño en la que empieza ahora, tras las elecciones del 23-J. Sólo estará presente la voz de Cristina Valido de Coalición Canaria, mientras Nueva Canarias se queda sin ningún representante, aunque sea a tiempo partido como fue hasta ahora. Los de Román Rodríguez deberán reflexionar seriamente. Su proyecto se debilita lenta pero inexorablemente. Tras su salida del Gobierno de Canarias, más el hándicap de que su principal líder, Román Rodríguez, ya no está en el Parlamento tras casi 30 años, las posibilidades de crecer son cada vez menores por no decir imposibles. Estas elecciones generales demostraron que, de ir juntos, CC y Nueva Canarias, como mínimo el nacionalismo canario representado por esas dos fuerzas políticas hubiera obtenido otro diputado, el de las islas orientales. Unos 75 mil votos nacionalistas en la provincia de Las Palmas se tiraron a la basura -42 mil votos de Nueva Canarias y 33 mil votos de CC, creciendo el voto nacionalista conjunto en la provincia de Las Palmas desde el 10% en el 2019 al 14% en estas últimas-, no sirvieron para que Canarias, al igual que ocurre en comunidades históricas como el País Vasco o Cataluña, tuviera su peso a la hora de sentarse en la mesa camilla donde se toman las grandes decisiones de país y de las regiones de España.

     

    A la falta de unidad se une otro problema no menos importante. La población foránea desde hace años tiene una presencia cada vez más importante en el censo electoral. Una población que desoye el mensaje de los nacionalistas sobre la importancia que tiene la presencia del “voto canario” en Madrid y en general en las instituciones públicas. En las islas turísticas como Lanzarote o Fuerteventura, la mitad de los votantes residentes no han nacido en las islas o proceden de padres no canarios. Algo tendrán que hacer los dirigentes del nacionalismo de estas islas para integrar a esa población foránea, sobre todo a las llamadas segundas y terceras generaciones para que no sólo sean canarios sino se sientan canarios. De momento, muy pocos de ellos, quizás menos los vascos y catalanes, optan por el “voto canario” en los comicios electorales. Eso debilita a las fuerzas nacionalistas moderadas no independentistas como Coalición Canaria y Nueva Canarias, aquellas que exigen a Madrid, gobierne el PP o el PSOE, el cumplimiento del fuero canario o de la financiación autonómica a la que tiene derecho esta tierra. Muchos funcionarios de la administración central todavía no aciertan a comprender que un territorio alejado y discontinuo necesita del Régimen Económico y Fiscal que mejore nuestra competitividad y nuestra calidad de vida.

     

    No sabemos si el nacionalismo canario ha aprendido la lección tras estas elecciones, ciertamente sería una pena que dos partidos, que más o menos defienden lo mismo, no sean capaces, muchas veces por cuestiones de protagonismo, de llegar a acuerdos para finalmente firmar la paz y la unidad que se rompió hace ahora unos 20 años cuando CC lograba meter hasta cinco parlamentarios en el Congreso de los Diputados. Imaginen el valor que tendría hoy en la España plurinacional esos cinco escaños. Y si no lo han aprendido, peor para ellos y para los intereses de los ciudadanos de estas islas. Caerán en la irrelevancia. Si fue casi un milagro que hoy Canarias esté presidida por el líder de CC, Fernando Clavijo, no lo fue menos mantener a la sustituta de Ana Oramas.

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