Las garzas, una década más tarde, regresan los problemas
Llegaron hace ya más de quince años a la capital de la isla. En aquel entonces se trataba de una primera pareja de garcillas bueyeras, procedente de África, que fue aceptada con curiosidad que no duró tanto como cabría esperar. Eran bonitas, elegantes y habían decidido salir de África para asentarse en Lanzarote. Al cabo de unos años, se habían multiplicado de una manera desbordada, y habían convertido el Parque José Ramírez Cerdá en apenas una sombra de lo que era.
Las araucarias centenarias fueron las principales víctimas de su estancia en el parque. Fue necesario buscar una solución y sacarlas del centro de la capital. La opción fue trasladarlas al parque ubicado junto al Cabildo, justo detrás del actual intercambiador de guaguas. En 2018, la colonia de garcillas bueyeras alcanza ya las 1.500 aves y su permanencia en la isla, así como su imparable expansión, se ha transformado en un auténtico problema para el ecosistema insular.
Las garzas han convertido la isla en un su paraíso particular, con un hotel de cinco estrellas junto al Cabildo dónde están protegidas del viento y las inclemencias del tiempo y basuras y vertederos por toda la isla dónde alimentarse. Es más, las aves autóctonas, en clara desventaja, se han convertido en sus presas y su supervivencia está amenazada.
Los expertos del Gobierno de Canarias señalan al Cabildo que no es suficiente con las medidas de limpieza que han puesto en marcha, que es preciso reducir de manera drástica la colonia actual y dejarla en apenas una tercera parte.
No se trata sólo de un tema de insalubridad y de contaminación ambiental, se trata del futuro de las aves autóctonas de una isla que es Reserva de la Biosfera, en parte, por su existencia. La obligación de la isla es mantener en buen estado a esas aves y la existencia de una colonia ‘alien’, como son las garzas, supone un peligro ante el que se deben tomar medidas urgentes.
De esta manera, una década más tarde, las garzas vuelven a convertirse en un tema controvertido que enfrenta a biólogos, técnicos y ecologistas. ¿Debemos proteger a nuestra fauna y tomar medidas drásticas como se exige desde el Gobierno de Canarias? ¿Es mejor buscar soluciones menos contundentes que ayuden a paliar el problema? Entre tanto, las protestas se multiplican, y no sólo se trata de la contaminación de un lugar tan céntrico como el entorno del intercambiador de guaguas, hoteles, fincas ganaderas, queserías, piscinas, ayuntamientos y otros establecimientos públicos y privados exigen que se haga algo. Que se tomen medidas antes de que haya algo más grave que lamentar. La cuestión es delicada y no tiene una solución fácil, pero las medidas no pueden demorarse demasiado. Las garzas fueron y siguen siendo un problema que exige una salida eficaz y urgente.