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Con la Educación no se juega

 

La Educación es uno de los asuntos de interés general más importantes que cualquier Democracia avanzada debe tener presente y cuya solución debe afrontarse con gran altura de miras y responsabilidad. Es necesario encarar los grandes retos que tenemos por delante en un mundo cada vez más competitivo a través de una Educación de calidad que abandone el uso partidista e ideológico de la misma, como desafortunadamente ha venido ocurriendo en toda nuestra etapa democrática, sin que los grandes partidos hayan sido capaces de alcanzar una gran acuerdo de Estado en torno a este asunto estratégico que define el nivel de desarrollo y avance de cualquier sociedad.

 

En 1872 Japón aprobó el Código Fundamental de Educación y a día de hoy un estudiante japonés de secundaria tiene hoy los mismos conocimientos que un graduado de universidad español según la OCDE. Ya Singapur, en los años 60 tenía índices de desarrollo co Kenia y tiene hoy día la tercera mayor renta per cápita del mudno. Otros países como Taiwan, Corea del Sur y China son países con una fuerte inversión en educación y han visto cómo sus sociedades se transformaban en sólo una generación.

 

Pero a pesar de esta premisa en apariencia de sentido común, en la reciente historia democrática de España, los diferentes gobiernos han ido cambiando, uno tras otro y en función del color político de turno, las leyes de Educación, lo que ha ocasionado que arrastremos un déficit educativo muy grave en relación al resto de las sociedades europeas. Baste decir que en los últimos 30 años se han aprobado 7 leyes educativas, prácticamente una por cada legislatura.

 

La formación debe ser abordada ya, sin más demora y de forma real, como un asunto de interés general, como lo debe ser también la Sanidad y la Justicia, y alcanzar un gran acuerdo de Estado por la Educación, al igual que ha ocurrido con las pensiones con el Pacto de Toledo. No puede dejarse algo tan relevante en manos de las decisiones del partido de turno, ni podemos tampoco encontrarnos con 17 modelos educativos en función de cada Comunidad Autónoma que lo aplique: urge una búsqueda de puntos de encuentro, un esfuerzo de todos por consensuar lo que define una sociedad avanzada. El resultado de todos estos problemas y enfrentamientos se refleja en las aulas: fracaso escolar, altos niveles de absentismo, malos resultados…

 

La cuestión es de gran importancia: a la luz de los resultados que arroja el Informe Pisa, tanto en España como en Canarias, estamos a la cola de Europa, con una tasa de fracaso escolar del 21,9%. Un ejemplo ilustrativo: ninguna universidad española se encuentra entre las 100 mejores y solo una entre las 200 mejores del mundo. En nuestro Archipiélago, aún no se entiende cómo en una potencia turística líder que recibe 13 millones de visitantes al año, los niños acaben sus estudios con niveles pésimos de inglés, cuando deberían salir de las aulas siendo bilingües. Se hace urgente y es preciso cambiar el modelo educativo, pues la formación está estrechamente ligada a la innovación y la productividad de una sociedad.


Canarias debe subirse también a ese carro. Y es que las cifras hablan por sí mismas. En Lanzarote, de los 13.000 desempleados que aproximadamente integran en estos momentos las listas del INEM, apenas 500 tienen formación superior. Es muy complicado para esas personas, si no tienen preparación suficiente y adecuada, incorporarse al mercado laboral. Es necesario por tanto darle una vuelta de tuerca urgente también hacia el refuerzo de la llamada Formación Profesional dual, donde se combinan las clases teóricas y a la vez se realizan prácticas en las propias empresas (ya hay 4.000 que lo están llevando a cabo), logrando ligardirectamente la formación con el mercado de trabajo. La formación y la empresa no pueden seguir avanzando por caminos distintos.


La Educación para una sociedad avanzada es un asunto de Estado. Nos jugamos mucho. La Educación es la medida exacta del futuro de una sociedad. Con la Educación no se juega: urge un gran acuerdo de todos, se lo debemos a las futuras generaciones.

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