Canarias, tragedia social y económica
Si el Gobierno central no quiere que Canarias sufra, dentro de dos o tres meses, una tragedia social por la crisis económica a la que está abocada por el parón turístico deberá tomarse más en serio la situación generada por el coronavirus. En Canarias se han presentado hasta finales de abril un total de 26.267 expedientes de regulación de empleo que afectan a casi 200.000 trabajadores. Esto significa que si el Estado no facilita y extiende varios meses más estos Ertes tras la salida del estado de alarma, al menos hasta el mes de agosto, y permite a los hoteles no asfixiarse aún más recogiendo a esos trabajadores sin tener turistas, la situación económica y social en Canarias será aún peor de lo que ya es. La gravedad actual se convertirá en drama en islas como Lanzarote y Fuerteventura más dependientes aún del turismo.
Todos los indicadores señalan que Canarias podría llegar a la quiebra económica y social de no adoptarse, entre otras medidas, las de ampliar la vigencia de los Ertes. Solo en 2020 las arcas del Gobierno de Canarias podrían perder hasta 1.000 millones de ingresos sólo en la recaudación del el IGIC. Un 50% de ese impuesto indirecto se reparte a los Cabildo y a los ayuntamientos que verán mermadas sus posibilidades financieras. Además, se calcula que un 33% de la población, cerca de 700.000 canarios, van a necesitar ayudas sociales en los próximos meses. Lo que se traduce, en Lanzarote, en unas 25.000 personas afectadas, hasta el punto que llegará un día que no tendrán ni lo básico y tendrán las administraciones, ya empobrecidas, que acudir al rescate.
En Lanzarote no hay más opciones por mucho que se rebusque. El turismo es el motor y el chasis absoluto que mueve el resto de las actividades y, por tanto, o el turismo se reactiva o todo se para. Hablamos del comercio, el sector servicios y hasta la construcción y la agricultura, todo se verá afectado.
La falta de turismo es, por tanto, la condena. La llegada de turistas, la salvación de nuestras islas. Pero las perspectivas no se presentan muy esperanzadoras ya que, una vez que se abran las fronteras, algo que podría ocurrir, en el mejor de los escenarios, en agosto o septiembre, queda el miedo. El temor al contagio o al inicio de una nueva pandemia. La única manera de reactivar el turismo es que ese miedo no exista y el turista sepa, que, una vez atravesada la frontera del aeropuerto, Canarias, y Lanzarote, por tanto, son zonas seguras en las que disfrutar y descansar. Nuestras islas deben ser un refugio en el que los turistas se sientan seguros.
En verano tendremos turismo regional y a partir de agosto o septiembre, turismo nacional que será claramente insuficiente y obligará a los hoteleros a afrontar pérdidas económicas ya que, aunque no es el mejor de los escenarios, es el único posible. Abrir las puertas y dejar que la normalidad, siempre con medidas extremas de seguridad, se vaya asentando. La locomotora no comenzará a funcionar hasta el 2021, al menos a velocidad normal.
Canarias necesita oxígeno y el Estado debe tomas las medidas necesarias para una región que se ha visto especialmente afectada por el virus del Covid-19. Hay que hacer algo más que rezar.