“El género negro ha sobrevivido, lo que pasa es que le falta naturalidad, se nota mucho el truco”
El historietista madrileño se enamoró de Tenerife en una visita y "me planteé hacer lo que fuera para volver y de ahí surgió Soy una Asesina”
El historietista madrileño, Pedro Arjona está considerado una autoridad en todo lo referente a lo que se ha dado en llamar género negro, tanto en cine, como en novelas o cómics, una corriente que ha abordado desde el punto de vista de dibujante, guionista y especialmente apasionado. Arjona siente admiración por los carteles a tamaño gigante que veía en las fachadas de los cines de la Gran Vía de Madrid y cuando llegaba a casa tras disfrutar de alguna de aquellas películas dibujaba las escenas que más le habían impactado intentando recrear todos y cada uno de los detalles.
Sus inicios laborales se sitúan en empresas dedicadas a la impresión, serigrafía y publicidad como alternativa a su verdadera vocación a la que se iría acercando poco a poco. Y a la que daría el salto casi definitivo tras conformar el colectivo llamado El Cubri, un especial homenaje en clave castiza al director de cine, Stanley Kubrick. Aunque más que emplearse en historias que transcurren en el espacio exterior, ellos preferían cultivar la faceta política y social que en aquellos años finales del franquismo era casi imposible esquivar. De este autor se puede decir que colaboró con la mayoría de las revistas relacionadas con la información y humor de las décadas de los setenta y ochenta, como Fotogramas, Triunfo o la nueva etapa de La Codorniz
-Recuerdo que en aquellos años podías estar trabajando en varios sitios porque si te veían en uno entonces te llamaban de un montón más. Lo que pasa es que a principios de los ochenta cambiamos de registro y como llega el PSOE al poder todo lo relacionado con la agitación empieza a dejar de estar tan de actualidad y no tenía ya la misma vigencia.
-Entonces supongo que sería cuando empieza a surgir la dedicación al género negro.
-Sí, básicamente el policiaco, el más clásico aunque enseguida nos dimos cuenta de que no podíamos vivir de ello y junto con Jorge Martínez Reverte creamos una productora en la que hicimos trabajos propios y también programas como uno para la Fundación de Víctimas del Terrorismo para la Televisión Española y otro sobre la batalla del Ebro basado en un libro de Martínez Reverte. Estuve en una productora llamada Storyboard hasta que la desmantelaron, empecé a hacer diseño gráfico por mi cuenta y surgió la posibilidad de realizar adaptaciones de cómics también de Martínez Reverte, lo que supuso mi vuelta al dibujo.
-Creo que tiene una curiosa vinculación con Tenerife.
-Desde mi juventud tuve amistad con Carlos Pérez Merinero, un novelista fallecido en 2012 y sobre todo con su hermano, David con los que hicimos la adaptación de la novela gráfica Soy una Asesina, basada en el libro titulado Desgracias Personales de Carlos que precisamente es la que se está exponiendo aquí en Tenerife en el Parque García Sanabria dentro del festival Tenerife Noir al que he sido invitado. Hace tres años estuvimos en la Isla para hacer un homenaje a Martínez Reverte por su fallecimiento en 2021, me quedé encantado con el trato, amabilidad y las atenciones que tuve así que cuando llegué a Madrid le dije a unos amigos que debíamos hacer lo que fuera para volver. Ese es el origen de Soy una Asesina.
-¿Qué se considera, más un guionista o un dibujante?
-Creo que soy más dibujante que guionista. En este último libro lo que hice fue el guión gráfico, cogí la novela y la adapté al cómic pero el dibujo también es una obra totalmente mía.
-Por lo que veo usted comenzó a trabajar poco antes de la muerte de Franco ¿Cómo vivió ese cambio con respecto a lo que vino después y cómo afectó a su trabajo?
-Estuve militando en grupos de ideología maoista y marxista-leninista pero con el tiempo lo dejé. Nuestra actividad con El Cubri en esos años estuvo muy relacionada con la agitación popular en barrios haciendo pancartas o calendarios para apoyar las luchas vecinales. Antes nos llamaban de todos lados para que hiciéramos dibujos en las paredes y claro, había muchos problemas. Cuando la policía llegaba nos quitaban las pancartas y las requisaban. No hablamos de cosas muy graves, sino de reivindicaciones vecinales como la ampliación de un colegio, que asfaltaran una calle… Una vez hicimos un cómic en la puerta de un ambulatorio de Vallecas, lo que ahora se llaman centros de salud, porque nos lo pidieron asociaciones feministas que reivindicaban la planificación familiar, que dieran píldoras anticonceptivas y cosas así. Todo eso lo documentamos con fotos y videos y luego por suerte lo adquirió el Museo Reina Sofía que lo depositó en su sede de Santander.
-¿Y qué ocurrió con ese movimiento vecinal?
-El PSOE comenzó a desmontar a las asociaciones de vecinos con el argumento de que como la izquierda estaba gobernando y ellos eran la izquierda ya no se necesitaba ese tipo de acciones, lo que a la larga se dio en llamar “el desencanto”. La verdad es que para nosotros también fue una especie de liberación. A partir de entonces ya podíamos decir abiertamente cosas como que nos gustaba John Ford, que era un director que estaba un poco mal visto por el movimiento marxista.
-Así que se desmarca de ese tipo de posicionamientos dogmáticos de la izquierda.
-Dentro de aquella militancia he visto cosas muy feas que también observo ahora en los partidos de izquierda. Hablo de mucha represión, mucho control ideológico. Todo resultó muy desalentador, sinceramente y me di cuenta de que no era la sociedad que yo buscaba. Recuerdo incluso como expulsaron a una camarada porque era lesbiana.
-Supongo que su opinión de los movimientos de izquierda actuales no será mucho mejor.
-A mí la izquierda actual no me representa para nada. Ninguna izquierda. Supongo que habrá gente que sea muy interesante pero no son muy visibles y por eso lo que veo no me gusta en absoluto. Vengo de una familia obrera, mis padres eran anarquistas y antifranquistas, por supuesto. Entonces cuando empiezas a sentir ese ardor contra la injusticia acabas visitando los barrios, te comprometías y militabas. En aquellos años había muchos partidos de manera que te metías en el que te hacía más gracia hasta que luego te dabas cuenta de que tampoco era tu sitio y te ibas.
-¿Y cómo da entonces ese significativo salto de la militancia política al género negro con el que se ha dado luego a conocer?
-Tenía mis gustos, mis lecturas y no es que nadie me reprimiera, sino que lo marcaba el propio hecho histórico que vivíamos. Es decir, no estaba la fiesta para farolillos. Había que militar, luchar, levantarse temprano para hacer pintadas y luego ir al trabajo. Todo eso era muy duro y además estaban los riesgos que corrías como le pasó a muchos compañeros a los que se los llevaba la policía, les daban un par de guantazos y hasta estaban unos meses en la cárcel. Pero luego recuperas un poco una parte de ti mismo como es el gusto por la música jazz, en mi caso, por el cine clásico, el cine francés, el policiaco o las novelas. Descubrí todo un mundo que me pertenecía antes pero que estaba eclipsado por la situación política que se vivía. Siempre he sido muy cinéfilo, desde pequeñín el cine me ha fascinado y lo más parecido a hacer películas eran los cómics.
-Con lo cual supongo que ha estado dibujando toda la vida.
-Desde que tengo uso de razón he estado dibujando en las paredes, por todos los sitios, en cuadernos, en libros de texto… De hecho, entré en publicidad como ilustrador y luego fui director de arte pero vamos que incluso desde que era muy joven ya quería ser portadista de novelas policiacas o de carteles de cine. Era algo que me gustaba mucho. Siempre me ha fascinado la cartelería de aquellos años.
-Algo que se ha perdido totalmente.
-Eso ya se ha perdido. No sé si conociste la Gran Vía de aquellos años llena de cines con unos carteles enormes pintados. Bueno, pues yo me pasaba horas y horas paseando de un lado a otro y pensando que algún día me gustaría dedicarme a eso.
-Incluso en Canarias también los había. Supongo que técnicamente no había otra posibilidad para hacer algo parecido con fotografías de ese tamaño.
-Para hacerlo ponías la foto de una actriz en un proyector de cuerpos opacos, la proyectabas sobre una sábana y después se pintaba al óleo. Había talleres especializados que lógicamente eran buenos, malos o regulares. Luego cuando salía otra película se repintaba encima y se tapaba la figura anterior.
-¿Alguna vez llegó a hacer algún tipo de trabajo de este tipo?
-No, nunca.
-¿Cómo recuerda sus comienzos?
-Pues siendo muy crío hacía mis versiones de las películas que había visto o leído en una novela y me inventaba una portada. Todo ese material lo llevé a una editorial de Madrid que estaba en la calle Bailén cerca del Palacio Real y el dueño me dijo: “Todavía no tienes nivel para publicarte pero desde ahora te aseguro que vas a vivir de esto”. Eso lógicamente me animó muchísimo.
-¿En aquella época la capital de las editoriales estaba ya asentada en Barcelona?
-La verdad es que en Madrid había muy pocas editoriales, casi todas estaban en Barcelona y por eso me fui a vivir allí un año con un grupo de dibujantes que se llamaba Grupo Premia en el que estaban Carlos Jiménez, Adolfo Usero… en fin gente que en aquellos tiempos estaban reconocidos como muy buenos ilustradores.
-Y al final ¿Como confluye todo eso con su pasión por el género negro por el que ha sido más reconocido?
-Siempre me ha gustado el cine en general pero sobretodo el del los años cuarenta, en blanco y negro. En aquellas películas nunca faltaba el policía, las fotografías eran dramáticas, expresionistas, muy alemanas y eso me fascinaba totalmente. Hablamos por ejemplo de La Mujer Pantera, Retorno al Pasado, Sed de Mal… Me parecía increíble como los fotográfos eran capaces de conseguir aquella iluminación sabiendo que trabajaban en blanco y negro con lo cual dependes mucho de los contrastes, de poner una lucecita que rebote o inventándose fuentes de luz que no eran nada naturalistas. Me fascinaba. Ahora estoy recuperando Sangre en La Luna de Nicholas Musuraca, un fotógrafo de origen europeo que daba un tratamiento muy expresionista a sus imágenes.
-Es evidente que esa estética se convirtió en la principal influencia de sus creaciones.
-De hecho, en mis trabajos intento recrear la tipología de personajes sumidos siempre en las sombras y torturados pero que de alguna manera aparecen iluminados aunque tengan una alma oscura. Busco ese tipo de complicidad con la iluminación como lo hacían los directores de aquellos años que no saturaban las películas con demasiado dramatismo sino que creaban zonas neutras, fotografías más planas. Lo importante era que cuando te metías en una escena con luces muy contrastadas, la pudieras apreciar más y hacer una mejor lectura. Como estaban muy limitados por la técnica y los medios, tenía que haber mucha elaboración por ese sentido. Era gente muy preparada, muy renacentista en el sentido de que sabían mucho de pintura y de pintores.
-En ocasiones hablamos de autores huidos de la Alemania nazi que acababan trabajando en Estados Unidos.
-Sí, hasta allí y se llevaron toda esa estética y acabaron haciendo su carrera. Hablamos de Otto Preminger, Fritz Lang, Robert Siodmak… especialistas en el expresionismo alemán y de Europa central que crearon un cine que todavía estamos disfrutando.
-¿Puede entonces existir el género negro en películas en color?
-Sí, claro, de hecho, Chinatown de Jack Nicholson, dirigida por Roman Polanski y el fotógrafo John Alonzo está hecha en color y ha quedado muy bien. Es todo un películón de cine negro.
-¿Ha sobrevivido el género en la actualidad y cómo cree que lo ha hecho?
-Creo que ha sobrevivido, lo que pasa es que está muy amanerado, le falta naturalidad, se nota mucho el truco y se nota que quienes lo hacen dicen: “Tiene que haber de esto, tiene que haber de lo otro y todo así”. Antes no estabas haciendo una película de género negro, simplemente hacías una película y luego venía alguien y le ponía la etiqueta. Por ejemplo, Laura de Otto Preminger es una historia de amor aunque esté incluida en la serie negra. Trata de un tipo que se obsesiona con el cuadro de una mujer que él piensa que está muerta pero cuando la ve en realidad casi le da un patatus. Luego estaría Tener y no Tener que en realidad es cine político pero lo consideran negro porque aparecen Humphrey Bogart y Lauren Bacall.