Un otoño negro para Europa
Francisco Pomares
Las grandes economías europeas comienzan a asumir un otoño duro y complicado, marcado por la desaceleración de la actividad en la zona euro, el crecimiento de la inflación y la subida de los tipos. Alemania ha sufrido una caída muy importante del PMI, el índice de gestores de compra, un indicador económico que incluye informes y encuestas mensuales que se realizan a directivos de empresas manufactureras del sector privado. El índice se realiza en base a datos proporcionados por empresarios y gestores de compra, que son quienes adquieres la materia prima que las empresas precisan para producir bienes. Si el PMI se sitúa por encima de 50 puntos, eso significa que la economía analizada se encuentra en una etapa de expansión, mientras que si se sitúa por debajo está en contracción. Si el índice baja de 42, se interpreta que la situación es ya de recesión. Por eso, el PMI es considerado como uno de los indicadores más fiables de la salud económica de un país o una zona concreta.
Ayer se supo que el PMI de la zona euro, que se mide cada mes, arroja en su previsión adelantada de este mes de agosto una reducción de 0,7 puntos. El mes de julio estaba en el mismo borde del cambio de ciclo, en el 49,9 y ha bajado siete décimas hasta el 49.2. Esas cifras se repiten en los países de la zona euro, y afecta especialmente a las economías más potentes, tradicionalmente consideradas motor de la economía europea. La caída del PMI en Alemania ha sido de medio punto, la mayor desde junio de 2020, como resultado del estancamiento de los servicios, el parón en la fabricación de bienes, el aumento desbocado de los costes energéticos y la caída de las exportaciones, que se consolida a pesar de la bajada del euro frente al dólar, que ayer –por primera vez- situó la divisa estadounidense levemente por encima de la europea. En Francia, el PMI ha bajado casi dos puntos en su medición adelantada del mes de agosto, pasando de 51,7 puntos a 49,8 puntos el nivel más bajo desde que –hace año y medio- Francia emprendió la senda de la recuperación post Covid.
Para España aún no hay datos desagregados del PMI de la zona euro, pero ayer se conocieron las últimas previsiones de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal, que adelanta una pésima noticia: el PIB español retrocede hasta un 0,2 por ciento durante el tercer trimestre del año, lo que ha obligado a la Airef a reducir si previsión de crecimiento anual hasta el 4,2 por ciento, reactualizando a la baja, por segunda vez este año, las previsiones de crecimiento de la economía española, y considerando una tasa de inflación media para este ejercicio muy cercana al ocho por ciento. Eso significa que el valor de los salarios y los ahorros de los españoles se habrá reducido en más del 15 por ciento entre 2021 y 2022.
No es sorprendente que los sindicatos anuncien movilizaciones para preparar un otoño caliente, en el que se mantiene el lema preveraniego -“salario o conflicto”-, y se exige al Gobierno que se moje en la defensa del pacto de rentas, una propuesta del ejecutivo de Pedro Sánchez, de la que nadie quiere responsabilizarse ahora en su Gobierno.
Parece, pues evidente, que este otoño va a ser complicado: complicado por la inflación, por el estancamiento y por la tendencia recesiva de la economía, pero también por el crecimiento de los tipos de interés y por las movilizaciones a cara de perro que anuncian los sindicatos. Y complicado sobre todo por una situación internacional altamente volátil, con una guerra que se ha enquistado y de la que no se vislumbra final posible, y en la que Putin juega como su mejor baza romper la unidad de acción de los países europeos arruinando sus economías negándoles el suministro de combustible.
Si alguien creía que la barra libre del Covid podía durar eternamente, este otoño se le van a caer los palos del sombrajo.