Un enfoque equivocado
Antonio Salazar
Si hay un asunto sensible y con capacidad para movilizar a la población es el de la vivienda. Los elevados precios, tanto en alquiler como para la compra, han convertido en imposible el simple desarrollo de los planes particulares de vida de muchos. En esa situación crítica, las soluciones simplificadoras de los populistas a derecha e izquierda añaden confusión porque pareciera que todo se arreglaría mañana fijando precios, limitando los derechos de propiedad o permitiendo dejar de pagar la renta, pues tal tontería fue proclamada por un sindicato de inquilinas (lo que significa, parece ser, que las majaderías no tienen sexo).
Hemos llegado a este punto después de que todas las viviendas que se dejaron de vender tras el estallido de la crisis de 2007 hayan sido absorbidas por la demanda. No hay, por otro lado, vivienda nueva y las administraciones viven atrapadas en una contradicción bastarda, porque mientras proclaman la necesidad de construir viviendas dignas, sociales y baratas (ya ve) se abstienen de hacerlo. De ahí esas perroflautadas de decretar zonas tensionadas para, a renglón seguido, controlar precios y fijar condiciones. Lo que viene a ser un plan sin fisuras. Cuando no, poner de ejemplo el de Austria como si casi el siglo que llevan en aquel país con una determinada política de vivienda pudiera emularse en apenas unos meses.
Pero, todavía peor, es intentar atajar un problema de oferta de vivienda con políticas de demanda, que es lo que hace el gobierno de la nación, como si dar una ayuda en forma de bono juvenil tuviese algún otro impacto que no sea el incremento de unos precios ya elevados.
El ingenio humano ha permitido construir viviendas modulares y entregarlas en condiciones de ser utilizadas por sus propietarios en un periodo de tiempo de dos meses y medio por más que no hay ningún ayuntamiento en Canarias que sea capaz de entregar una licencia en ese mismo plazo. ¿Cuando consideramos que era más complicado obtener un permiso que construir una casa? Hay municipios que tardan hasta 30 meses en conceder una licencia construcción y otro año para la de ocupación. Son dos meros ejemplos de una circunstancia a la que no se le presta atención y que, sin embargo, limitan la oferta como lo hacen las leyes estúpidas que desequilibran las relaciones entre propietarios e inquilinos.
Deberíamos exigir liberalizar ese intervenido mercado viendo lo que ya ocurre en otros países. En la Argentina de Milei, la simple derogación de la Ley de alquileres que dio más capacidad de negociación a las partes, provocó que la oferta aumentase un 211,9% y los precios cayesen un 26,6%. Prestemos atención a los datos y a lo que funciona frente a lo que no, aunque para ello haya que quitarse las anteojeras ideológicas.