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Un covid irredento

Francisco Pomares

 

 

Pedro Sánchez, dio positivo en covid ayer tarde, al hacerse un test obligatorio previo a la asistencia a la Cumbre del G-20 de Nueva Delhi. El presidente se tiene que quedar en Moncloa, y no podrá viajar a la capital de la India este fin de semana. Será sustituido por la vicepresidenta Nadia Calviño, que acudirá al G-20 con José Manuel Albares, ministro de Asuntos Exteriores.

 

Uno, que es de letras, no entiende muy bien que el presidente del Gobierno se entere de que tiene Covid por un análisis casual: quizá sea ingenuo suponer que la Presidencia del Gobierno implica un cierto control del estado de salud de su titular, pero parece que no es exactamente así, la idea debe ser fruto de una creencia tontorrona y pretenciosa, influencia de ver esas series de Netflix con presidentes hipervitaminados que llevan un detector de cualquier fallo sistémico instalado en el trasero o cualquier otro lugar hospitalario.

 

O sea, que una de dos: o nos toman el pelo en la tele, o nuestra democracia es muy de andar por casa todavía, y Pedro Sánchez puede incubar un Covid sin que nadie de su entorno se entere. Y no es el único: la pasada semana tuve la impresión de que cada vez caía más gente contagiada a mi alrededor. Había leído en verano que la cosa volvía a ponerse peluda, sobre todo en las regiones del norte del país. También que la OMS recomendaba no bajar la guardia, y que la cepa Omicron había mutado a una nueva y contagiosa subvariante, que estaba causando estragos, llamada oficialmente EG.5 aunque los internautas han logrado imponer el nombre de ‘Eris’, que es también el de la diosa de la discordia y la envidia, un personaje secundario de la mitología griega, que inspiró en la cultura popular europea la figura malvada de la bruja de Cenicienta.   

 

Eris se ha extendido por todo el mundo y ha sido declarada ‘variante de interés’. Pero después de un par de años muy duros, la gente no está para más desgracias, ni los Gobiernos tienen demasiado interés en informar del reverso oscuro de la situación: se ha levantado un muro de hastío y cansancio en relación con la pandemia, la información sobre la enfermedad ha desaparecido de portadas y prime time, y el covid y sus sorprendentes giros ya no son asunto de conversación. Y eso que su impacto sobre la población sigue siendo elevado, a pesar de que las campañas de vacunación y la famosa inmunidad de rebaño han hecho su trabajo.

 

Aún así, el Covid sigue cobrándose vidas. De hecho, la cifra de muertes causadas por la enfermedad fue bastante elevada el pasado año en Canarias. De hecho, el Covid ha sido en las islas la segunda patología causante de fallecimientos, con más de 1.300 muertes, más del doble que en 2021, algo que resulta chocante, porque –contrariamente a lo sucedido en Canarias- en el conjunto de España la media de fallecimientos se redujo el pasado año.

 

Resulta sorprendente saber que del total de fallecimientos por covid en nuestra región desde el inicio de la enfermedad (el Ministerio de Sanidad los ha cifrado en 2.338 hasta finales de diciembre del año pasado), el 57 por ciento -¡¡¡más de la mitad!!! se produjeron en 2022, en medio de una absoluta sequía informativa, y de una machacona y recurrente cantinela de las administraciones públicas insulares hablando de lo bien que se había controlado la enfermedad. Lo cierto es que nadie quería el primer año de libertad completa frente a la enfermedad prestar especial atención a lo que estaba pasando.

 

Este año no hay cifras publicadas para el común, pero uno tiene la impresión de que la capacidad de contagio de la última variante empuja en dirección a un mayor riesgo. La gripalización del Covid es ya un hecho político, sanitario y social, pero eso no debe hacernos olvidar la cantidad de gente que pierde la vida por gripes. Por si las moscas, recordar las viejas y sencillas instrucciones que mantienen alejado el Covid y otros virus desdichados: no respirar encima de la gente, no pegarse con otros al hablar, lavarse las manos con agua y jabón con frecuencia, y utilizar la mascarilla al menor síntoma de problema respiratorio o afección catarral. Y recordar que las dosis de refuerzo existen para algo, no sólo para que las farmacéuticas se pongan las botas vendiendo vacunas a los gobiernos de Europa que luego la gente se resiste a usar.

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