Torres más altas
La reciente publicación del informe de la Guardia Civil sobre el ‘caso Koldo’ supone un terremoto político. Las implicaciones cruzadas que señala la investigación de los contratos fraudulentos cerrados por instancias e instituciones gobernadas por el PSOE durante la pandemia, no sólo afectan al exministro Ábalos, cesado hace unos meses para ser usado como cortafuegos de un probable escándalo en el centro del poder político español. La presencia en toda la trama del encarcelado comisionista Aldama, su relación con Ábalos y Koldo, su demostrada mediación en el rescate de Air Europa, además de su amistad con Begoña Gómez, cuyo máster ayudó a financiar, configuran una historia que salpica a Moncloa y se extiende como una mancha de aceite por provincias.
En Canarias, las revelaciones del informe son como una bomba: desmienten la versión del hoy ministro Torres sobre su absoluto alejamiento de lo ocurrido. Torres dijo en la Comisión de Investigación del Congreso que jamás se le requirió por algún propio de Ábalos para que ordenara la contratación de ninguna empresa. Pero el informe de la Guardia Civil demuestra que esa afirmación es falsa de toda falsedad. En él informe de la UCO se trascribe un mensaje de audio al entonces presidente Torres, en el que el ejemplo para la militancia socialista –Koldo- le comunica que Aldama ya se ha cobrado cinco millones –“ya los tienen en cuenta ahora mismo, a las nueve de la mañana”, dice- y le recuerda que falta aún por recibir otros 2.300.000 euros, y que llamará a Antonio –se refiere a Antonio Olivera, jefe de gabinete de Torres primero, y luego Director del Servicio Canario de Salud, que centralizó todas las compras- para tratar del asunto “a lo largo de la mañana”.
El mensaje va todavía más allá: Koldo le propone a Torres contratar a la empresa Megalab, otra empresa del gomina Aldama, que ha diseñado un protocolo para gastar PCRs. La idea es montar un dispositivo para instalar en Canarias y Baleares un sistema de uso obligatorio de pruebas PCR para poder viajar libremente por el territorio nacional: –“Me gustaría comentártelo o que los recibieras [a los de Megalab] para que te lo expliquen, porque creo que es cojonudo y bueno, opinamos todos los mismo.” Y la recomendación debió funcionar, porque el protocolo –ensayado también en Baleares- hizo que Canarias firmara con Megalab hasta tres contratos por un total de más de 5.300.000 euros, para el control sanitario de viajeros en los aeropuertos. Fue una de las medidas estrella del Gobierno, para la salida de la crisis del Covid. Muchos de los PCR comprados se amontonan todavía hoy en los almacenes del Servicio Canario de Salud, junto a decenas de miles de mascarillas inútiles.
Pero lo importante ahora no es el despilfarro de millones, sino poder saber quién ordenó todas esas compras, algo que es objetivamente muy difícil de averiguar, teniendo en cuenta que el comité técnico que decidía lo que había de hacerse en términos pandémicos, el que ordenó comprar esto o aquello, y a este o a aquél, sin necesidad de explicaciones ni procedimientos ni licitaciones, no dejó la más mínima constancia de sus reuniones, decisiones y acuerdos. Un sorprendente caso de ausencia de cualquier control administrativo sobre las decisiones adoptadas, que si se hubiera pensado como fórmula para evitar dejar cualquier pista de quien decidía, no se habría hecho mejor. El Gobierno formalizó las adquisiciones de PCRs en tres adjudicaciones formalizadas el 18 de diciembre de 2020, el 1 de enero de 2021 (día no lectivo, que ejemplo esta gente trabajando hasta los días de fiesta) y el uno de febrero de ese mismo año.
En fin, es obvio que Torres intentó ocultar su verdadera relación con Koldo. En el contexto de la gigantesca estafa montada para favorecer a las empresas de Aldama, se trata de un asunto muy grave. El ex presidente del Gobierno de Canarias debería explicar –y hacerlo cuanto antes- porque prefirió mentir al Congreso que reconocer la existencia de una cierta relación de complicidad con el guardián de las actas que convirtieron a Pedro Sánchez en secretario general del PSOE, el hombre de confianza de Ávalos y el compinche de Aldama.
Habría sido más sincero reconocer que se recibieron instrucciones para comprar a determinadas personas y empresas, que esas instrucciones llegaron avaladas por el achichincle del número dos del PSOE, hombre de la máxima confianza de Ávalos, citado por Sánchez en su manual de resistencias como un verdadero ejemplo para a militancia socialista. Quizá Sánchez no estuviera tan descaminado. Ahora lo que hay que hacer es preguntarse unas cuantas cosas. Por ejemplo: ¿Cuánto tardarán Aldama o Ábalos en cantar La Traviata? O… ¿Le hará Sánchez a Torres lo mismo que a Ábalos?, o al contrario… ¿El futuro de ambos –Torres y Sánchez- ha quedado ligado ya para siempre? Quién sabe. Torres más altas han caído.