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Telurio barato

Francisco Pomares

 

Entre las cuitas sobre las aguas territoriales de Canarias, y desde hace años, se ha producido lo que podríamos definir como una derivada: anda todo el mundo hablando de las riquezas inmensas del monte Tropic, situado justo un par de millas más allá de las 200 millas de la Zona Económica Especial, en el suelo submarino situado entre las 200 y las 350 que compartiría España con Marruecos si no fuera porque son aguas legalmente saharauis.

 

Sobre la costra de unos cuatro centímetros de grosor que recubre la meseta del Tropic, se descubrieron en 2016 concentraciones de Telurio 50.000 veces mayores a las que se dan en los depósitos que existen actualmente en todo el planeta. El telurio, bautizado en 1782 por su descubridor, un inspector de minas de Transilvania como ‘metal problemático’, es una ‘tierra rara’ de muy difícil obtención en la corteza terrestre, un metaloide combinado con oro en la calaverita, mineral metálico poco abundante, o mezclado en concentraciones bajísimas, de una parte por cada cien millones a otros materiales. Es escaso y difícil de procesar, no se disuelve ni en agua ni en ácido clorhídrico, pero en tres décadas será vital para sostener el creciente consumo eléctrico del planeta: según cálculos del Foro de Davos, alrededor de 2050 la demanda mundial de electricidad rondará los 30 teravatios, y únicamente el uso de mucho más telurio, imprescindible para los paneles solares y turbinas eólicas del futuro, puede permitir que ese crecimiento se produzca. En el monte Tropic puede haber 2.700 toneladas, una fortuna. El problema es que resulta imposible extraerlo: la meseta del Tropic se encuentra a mil metros bajo el nivel del mar. A esa profundidad pueden realizarse pequeñas extracciones científicas de material, como la que localizó el telurio. Pero hoy es irrentable plantear una industria extractiva.

 

Claro que no todos los montes submarinos cercanos a Canarias están a tal profundidad: desde Fuerteventura, siguiendo el Canary Ridge, están los montes submarinos de Amanay y El Banquete, al sur de Jandía, el Banco de Concepción, al norte de Lanzarote, y de allí hasta el monte de Essaouira, los de Nico, Dacia y Rybin, y hacia el noroeste de Lanzarote, el monte submarino de Last Minute. No son tan conocidos como sus parientes de ‘Las abuelas’, en el límite de las aguas territoriales, ni han sido tan investigados, pero se sabe que en ellos hay costras de hierro manganeso ricas en metales y metaloides, como en el resto de los volcanes submarinos. Y están mucho más cerca de la superficie que el Tropic.

 

En 2013, cuando nadie había escuchado hablar del Tropic y sus tesoros, el catedrático José Mangas convenció a la ULPGC y al Instituto Español de Oceanografía para hacer la caracterización geológica de tres de esos montes, los más cercanos a las costas de las islas, y -precisamente por eso-, los situados a menor profundidad y potencialmente explotables con la tecnología actual: El Banquete y Amanay, menos de 50 metros, y Concepción, alcanzable a 160. La academia ofreció los consabidos 17.000 euros para tres años (menos de 500 euros al mes) y con esa miseria y el apoyo del proyecto Magec de su colega Jorge Méndez, Mangas logró demostrar que entre 27 y 158 metros bajo la superficie del mar, a un tiro de piedra de la costa, hay tres pequeños y cercanos Tropic, recubiertos de costras de hierro manganeso y sus minerales asociados: níquel, cobalto, bario, vanadio y arsénico. Y también, en proporciones muy altas, de hasta 2.500 partes por millón, tierras raras asociadas a itrio. Unos años después, Mangas estuvo en Fuerteventura recogiendo muestras en la zona de Risco Blanco, un terreno militar con vetas de un tipo de carbonatita susceptible de contener telurio. Mangas trituró las muestras en la vieja machacadora comprada con los cuartos del proyecto Magec, y mandó las pruebas a Ontario. La respuesta tardó meses: la carbonatita contenía una concentración de tierras raras de 8.200 partes por millón, que en algunos casos supera incluso las 9.000 partes, la mayor concentración jamás encontrada en ningunas parte del mundo, excepto en la mina china de Baiyun’Obo. Una extraordinaria noticia a la que ni la ciencia ni la política prestó atención.

 

Ahora sólo falta que Marruecos reclame Fuerteventura. A ver si así alguien se decide a hacer algo.

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