Siempre nos quedará París
Por Álex Solar
Cuando salí del metro de Port Royal, una noche de 1976, tuve la sorprendente impresión de que ya había estado allí. Los tejados, el empedrado, la grisácea atmósfera del conjunto urbano, las terrazas, los anuncios, eran un paisaje conocido. Sé que mucha gente dice lo mismo cuando llega a Nueva York. Será el cine, la literatura, que las grandes ciudades del mundo excitan nuestra imaginación de una manera mágica. Tal vez en mi caso era la lengua y la cultura francesa, escuchada en casa en las grabaciones de la “chanson” que reproducía mi padre en una grabadora de cintas, y más tarde el cine en versión original y en riguroso blanco y negro, que acompañó mis fugas escolares a los cines.
Yo era un exiliado más, con mis maletas, un saco de dormir y una máquina de escribir. París estaba lleno de gentes como yo, venidos de Latinoamérica en su gran mayoría. Nos reuníamos en locales de refugiados, en buhardillas atestadas, en las universidades, aquellos que estudiábamos a salto de mata mientras nos buscábamos la vida en la calle haciendo cualquier pequeño trabajo que nos permitiera subsistir.
Esta vida azarosa me permitió conocer la idiosincrasia francesa y los sinsabores del destierro. También la maravilla de conocer una ciudad que siempre había sido en mi imaginario la capital del Arte mundial y que me lo confirmó con creces a lo largo del tiempo que pude disfrutarla. Me di cuenta, a tiempo, que aquello no podría durar, lamentablemente, toda la vida. Me lo demostraban los “veteranos” inmigrantes que malvivían en las banlieues. Y allí estaban, como presencia, a veces inevitable, los árabes. Muchos deambulaban por los bulevares abordando a las mujeres con insistencia.
Jorge Verstrynge, que vaticinó los atentados del 13-N, dice que las políticas de asimilación e integración en Francia han fracasado porque estos hombres que llegaron solos en aquellos años “importaron” a sus esposas desde sus países y estas eran campesinas que habían transmitido a sus hijos valores culturales distintos al de la sociedad francesa, republicana y laica. Verstrynge, medio francés, nacido en Marruecos, sabe de lo que habla.
Afortunadamente, nunca podrán destruir París. No lo hizo Hitler, que se paseó por sus calles sin atreverse a tocar sus monumentos. No lo harán los salvajes fanáticos. Siempre nos quedará París.