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Pero, ¿qué te hizo la palmera?

 

  • Lancelot Digital
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    Es un día triste. La palmera de Masdache, esa que veíamos graciosamente inclinada, como haciendo una reverencia a todos aquellos que acudían a verla, a disfrutar de un paisaje único que embellecía aún más la isla, ya no está. Nos hemos despedido de ella en estos días de una manera abrupta y francamente innecesaria. Ya no habrá más imágenes bucólicas, ni postales de película. Nunca más.

     

    Ya estaba mal que algunos visitantes se subieran a ella para inmortalizar semejante ‘hazaña’ y subir las fotografías a sus redes. Era una falta de respeto que se podría achacar a falta de formación o de educación directamente, esas cositas que se enseñan en la casa de cada cual y que se supone que ya debemos traer todos de serie cuando nos relacionamos con los demás en la vida. Pero no pasaba de una gamberrada menor, una muestra de tener poco seso y repetir lo que has visto hacer a otros. Una simpleza. Pero lo ocurrido, lo ocurrido no tiene nombre. No cabe en la cabeza que algún vándalo degenerado haya optado por tumbarla, por romperla, por acabar con ella y, de paso, con un lugar único en la isla.

     

    Pero, ¿por qué? ¿Cuál es el motivo que lleva a alguien a destrozar un árbol, a quemar un contenedor o a romper un banco del parque? ¿Por qué hay personas que si ven un perro o un gato por la calle le pegan una patada... o algo peor? ¿Por qué rompen las bombillas de las farolas o los cristales de las ventanas? ¿Qué placer les genera hacer daño? ¿Qué les pasa por la cabeza?

     

    De verdad que es una pregunta que me hago muy a menudo. Cuesta mucho, nos cuesta mucho a todos, al menos a los que pagamos impuestos porque trabajamos, mantener una ciudad en buen estado. ¿Por qué destrozarla? ¿Qué sentido tiene?

     

    Me pregunto si esos vándalos llegan a su casa y duermen mejor porque han destrozado una palmera o le han hecho daño a un animal. Si se sienten superiores, mejores, escuchados, comprendidos… si creen que están dejando un legado de algún tipo (¿Eso es lo que les quieren contar a sus hijos el día de mañana que hacían?). Me pregunto si creen que están mandando un mensaje… y a quién demonios se lo mandan.

     

    Y me lo pregunto porque no me cabe en la cabeza este hacer daño por hacerlo, porque sí, porque te aburres y no tienes nada mejor que hacer que destrozar la ciudad en la que vives, en la que viven tus seres queridos, en la que trabajas y en la que tratas de ser feliz.

     

    Son preguntas lícitas porque, en mi opinión, hay que tener una mente muy enferma para poder comprender a quien hace algo así. Yo no soy capaz. 

     

    Lógicamente, solo cabe esperar, que se localice al autor o autores, y que caiga sobre los mismos todo el peso de la Ley (y esperar que, por una vez, la Ley pese mucho, pero mucho, mucho).

     

    Ya no tenemos palmera, pero tenemos en nuestra mano evitar que algo así vuelve a repetirse. Endurecer las leyes y castigar a quien no las respete.  Tal vez así, logremos que nadie se vaya a dormir más tranquilo y feliz a su casa por haber destrozado algo que no le pertenece, que es de todos. 

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