Otros colores, otras voces
Por Álex Solar
Después de leer el libro autobiográfico de Orhan Pamuk sobre su ciudad natal, Estambul, he seguido con su última novela Una sensación extraña, un volumen de 600 y pico de páginas si sumamos el apéndice cronológico y un índice de personajes, que al estilo de las novelas rusas del pasado, explica quién es quién y sus circunstancias.
La crítica coincide en que el Nobel turco es un autor del fuste de aquellos grandes novelistas del siglo XIX, por su estructura narrativa y su intención de contar la historia de su ciudad y su país a través de sus habitantes en una ficción coral. La elección de su protagonista, un vendedor ambulante de una bebida popular en decadencia (la boza, a base de un grano fermentado) muestra su propósito de convertir a las clases populares en los héroes de una epopeya marcada por golpes militares, represión y atraso frente a Occidente. Vemos a los turcos oscilando entre su identidad oriental, que pierde terreno frente al avance arrollador de un progreso que no es tal sino explotación de los gobiernos, los especuladores y las mafias a su servicio, y la presencia de una Europa quimérica, que no es la solución a sus enormes desigualdades sociales y desequilibrios económicos ni a su inestabilidad política.
Con todo, me gusta más el Pamuk cronista, en textos publicados en la prensa y fragmentos inéditos reunidos en su libro Otros colores. Escasean en nuestros medios textos con esa lucidez y con ese aliento poético que jamás le abandona. Tanto si habla de un terrible terremoto, que cubre a pie de calle como un reportero, como si habla de sus vecinos y familiares, el escritor lo hace con arte, con justos conceptos y con la serenidad necesaria. El punto de vista de las gentes de a pie le interesa mucho, y cuando ve que algunos justifican los atentados del 11-S, Pamuk piensa que Occidente se equivoca si cree que es la religión la culpable de que estos actos logren la aprobación de tantos en el mundo que está más allá de sus fronteras. “No es el Islam lo que provoca que la gente se alíe con el terrorismo ni tampoco la pobreza, es la aplastante humillación que se siente en todo el Tercer Mundo”. Leer a Pamuk es un placer y vale la pena, pues a través de su obra se puede intuir y también conocer el pulso de otra cultura, de otro mundo, mejor que cogiendo un avión, como los turistas que visitan el Gran Bazar de Estambul.