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Otra birra

Por Francisco Pomares

 

Me aposté con Juan Santana una cerveza: él a que no salía el pacto entre Coalición y el PSOE, y yo a que sí. Durante las dos últimas semanas nos hemos mandado wasaps recurrentes: cuando Bermúdez cerró el acuerdo con el PP, me pidió que pusiera la birra a enfriar, y le dije que ya lo estaba haciendo, pero que había que dejar pasar los días. Cuando se cerró el pacto en cascada, con siete incumplimientos, le dije que la cerveza tendría que pagarla él. Cuando Carlos Alonso anunció que invitaba al PP a incorporarse al Gobierno, volvió a recordarme el precio de la caña, y así estábamos, forcejeando a ver quién había acertado, hasta hace un par de días, cuando el PSOE envió el viernes su nota de prensa con el reparto de consejerías, después de un almuerzo entre Fernando Clavijo y Patricia Hernández, en el que se pusieron de acuerdo sin luz ni taquígrafos ni mesas de negociación. Al final, las cosas importantes ocurren siempre alrededor de una mesa (o de una cama, pero esta historia no va de eso). Juan Santana tendrá que pagarme la cerveza, en fin, y eso que él jugaba con alguna ventaja, concretamente, la de saber de primera mano los movimientos de los suyos. He de decir que si su misión era debilitar el pacto de Gobierno entre CC y el PSOE, el hombre la cumplió lealmente hasta el último minuto del partido. Soria o quien sea debería subirle el sueldo, y él debería pagarme la birra sin excusas, porque las apuestas -sobre todo las reñidas- hay que pagarlas cuando se pierden.

 

Dicho eso, he de confesarle a Juan Santana (y de paso a todos ustedes) que nunca las tuve todas conmigo: armar un pacto es como construir un castillo de naipes, que cualquier movimiento en falso puede dejar que todo el castillo se caiga. Pero algo tenía este segundo pacto de Coalición y el PSOE, esta reválida del que firmó hace cuatro años Paulino Rivero, que ha resistido el rechazo militante de la tropa tinerfeña (la que aún hoy manda en Coalición), y las trampas saduceas tendidas en el camino por los más amigos de Clavijo, que es verdad que al final demostraron que son los más amigos, pero hubo que llamarlos al orden, y aún así siguen activos. En Tenerife, por ejemplo, el pacto insular está cerrado, apenas pendiente de cuatro recortes como el del IASS, que cambiará probablemente de manos, pero todo se revisará si La Laguna rompe. Porque la mesa de negociación supo y quiso colocar el complejo cierre de La Laguna como contrapartida de lo de Tenerife, y viceversa. Abreu (Javier) sigue haciendo como que deshoja la margarita, pero yo me apuesto otra birra más (solo una) a que no sacrificará a los socialistas tinerfeños por una alcaldía hipotética. Venderá su piel al mejor precio posible, y hará lo que pueda por colocar a Gustavo Matos y a Tino Guzmán en el Gobierno regional. Y no lo hará solo porque tenga dos dedos de frente. Lo hará porque es también lo que a él le conviene.

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