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Lo mejor de cada casa

Por Álex Solar

 

Mi fisio me dijo que “no ve la televisión”, cuando le comentaba una película bastante buena (“Agosto”) que habían echado en el peliculón. Me sentí un poco más mayor de lo que soy: la televisión es entretenimiento de gente viejuna, los jóvenes están enganchados a Internet, ven series, juegan on line, etc. Pero qué le vamos a hacer, uno no puede estar “à la page” ni ser sublime todo el tiempo. Tampoco escribir sobre gente tan insignificante como filósofos, que me dice un lector, “nadie conoce”. Excepto Umberto Eco (otro ilustre desconocido), que los cita a veces. De modo que me senté a visionar “GH Vip” sin complejos aunque no muy seguro de disfrutarlo. Efectivamente, en la emisión inaugural estaba lo mejor de cada casa, como diría Serrat (“La aristocracia del barrio”), la progenie de famosos y famosas, embaucadores como Rappel, dos tertulianas de Sálvame y un par de ex estrellas de la tele en reciclaje improbable. El pequeño Nicolás, que prometía ser la estrella no fue más que un discreto ayudante en las labores de arreglo de la Casa y al parecer ha reservado para más tarde su encanto para las relaciones y su capacidad para fabular con historias abracadabrantes.

 

Resulta más entretenido la nueva edición de “Matrimonio a primera vista”, que en la pasada , en 2015, acabó con tres divorcios y un solo connubium. Lo interesante del experimento, que tiene mucha más sociología infusa que Gran Hermano, diga lo que diga Merceditas, es que se invierte la sucesión lógica del proceso del encuentro habitual entre seres humanos. Es decir, se empieza la casa por el tejado, por lo tanto es bastante improbable que dos desconocidos que se juran amor y fidelidad eterna terminen cumpliendo tales votos. Imposibles, por otra parte, aún en circunstancias normales. Las parejas se casan cuando ya se conocen por el derecho y el revés, pero al final suelen descubrir no solo que son grandes desconocidos, sino enemigos mortales.

 

En “Agosto”, Meryl Streep hace un homenaje a Liz Taylor encarnando a una dura matriarca que devora a su marido y a sus hijas con su incontinencia verbal y su crueldad. Recomiendo este filme a quienes todavía duden que el mayor infierno, como decía Sartre (un filósofo francés como Baudrillard, al que “nadie conoce”) son “los otros”. Y la propia familia, ficticia como en el caso de estos dos ejemplos televisivos, o real como en el caso de esta ficción basada en un premio Pulitzer.

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