Las sobrinísimas (y demás familia)
Francisco Pomares
Ábalos fue la voz solemne del sanchismo, la misma que en 2018 se levantó en el Congreso para pedir la dimisión de Mariano Rajoy, en nombre de la decencia, la dignidad y la regeneración democrática. Fue él quien anunció la moción de censura que abrió paso a esta sucesión de pequeñas legislaturas desgraciadas. La misma voz que ahora resuena en los sumarios del caso Koldo, envuelta en pelucas, saliendo de furgonetas, visitando Paradores, colocando a sus sobrinas en empresas sin oficina y repartiendo nóminas como quien reparte vales de comida. Seis años después, el alegato anticorrupción que dio origen a este sinsentido ha envejecido peor que el entusiasmo en los Vista Alegre de Podemos o la Constitución en manos de Rufián.
Pero Ábalos no fue un verso suelto: fue el ministro del Interior de facto del primer Sánchez, su secretario de Organización, su hombre de confianza, su vicario y gran visir, además de su escudo. Cargó sin rechistar con el caso Delcy, defendió lo indefendible y, siempre que hubo que poner la otra mejilla ante la oposición o los medios y guardar silencio, la puso y supo callar. A cambio, Sánchez le permitió construir su propio ecosistema de fidelidades y favores. Todo dentro del perímetro del poder: cargos, sueldos, pisos, colocaciones. Sin contar los presuntos favores de sobrina, gestionados por el orgullo palanganero de Koldo, en nombre de una estructura que recuerda a las antiguas redes clientelares del PRI mexicano o a una serie costumbrista subvencionada por el ministerio de Igualdad.
Para Igualdad, la de las sobrinas: Claudia, Jésica, Andrea, y la chica de Koldo, Nicole. Mujeres con acceso privilegiado a sueldos públicos, a casas, coches oficiales y hoteles de cinco estrellas. A tanto la pieza, mientras el ministro se presentaba como feminista de cabecera del PSOE: “Soy feminista porque soy socialista”, dijo solemnemente tras firmar la declaración institucional del Congreso contra la prostitución. Que risas ¿eh? Fue justo una semana después del episodio de la furgoneta en Teruel, de la que bajaban en plena pandemia “novias que no eran novias”, rumbo a uno de los Paradores del hoy sucesor Oscar López. Berlanguiano: la alegre panda de las sobrinas estupendas: Clau, miss Loca de Asturias, el bellezón que aporta estatus de Alfa al ministro; Jésica, que ayer alegó ansiedad para no ir al Senado, en la agenda como ‘Jesús Rodríguez 20Minutos’, pseudónimo para despistar a la señora oficial; Nicole, que pasó de ser encargada en el prostíbulo Olimpo de Pamplona, a la empresa nacional de Enajenación de Materiales (Ferroviarios); o la última –Andrea-, la más discreta.
Koldo se encargaba de que la compañía estuviera en orden: empleos, alquileres, comidas y billetes para viajes. Koldo ponía en disponible el aparato del Estado: pagaba los favores, compraba los silencios, engrasaba las lealtades… ¿Lo sabía alguien más del Gobierno? Sería raro que no: en el hotel de Guía de Isora, de viaje por aquí, medio PSOE le vio pagar en metálico las facturas. Sacó el dinero de uno de los tres sobres abultados: personal, partido, gobierno. Así era.
Y ya que de vivir del Estado se trata, procede conectar las aventuras de las sobrinas con los desvelos laborales de títa Begoña. La señora del presidente, que ocupa cátedra sin haberse licenciado, dirige másteres de universidades públicas sin méritos académicos, accede a fondos europeos de manos de empresarios con los que se cruza en el mismo despacho, y logra rescatar Air Europa con un guiño de ojos. Cada cual tiene su estilo: desde la discreción de la peluca, al escaparate de Moncloa, los bailes en El Prado o un campus de élite. Y no hablemos del hermano capaz de predecir meses antes donde conseguiría plaza de director de orquesta. Distintos estilos para un mismo patrón. El patrón Sánchez: vivir del sistema sin someterse a regla alguna.
“No son una familia. Son una serie. De esas con tramas que se enredan, guion que se repite en cada capítulo –aunque cambie la artista invitada–, y un presupuesto que se dilapida en habitaciones de Paradores, sueldos por no ir al rodaje y vales para que la sobrina no se disguste. No es la familia de Vin Diesel, pero lo de ir todos amontonados en la furgo sí lo comparten. Y los valores, también: lealtad, discreción y sobre todo, nunca molestar al jefe. Y los argumentos: El Peugeot heroico; Koldo, ejemplo para la militancia; ViceDelcy y sus maletas; Begoña en San Petersburgo; El hermanísimo orquestal; Hidalgo aterriza como puede; Los tres mosqueteros de Aldama; El hombre enamorado; Epístola a los ciudadanos; Los móviles del fiscal y El mando de la tele es mío. Tragicomedia monclovita que da para serie culebrera.
Y una única pregunta que yo no paro de hacerme: si Sánchez echó a Ábalos por contratar a Koldo, ¿no debería irse él por haber contratado a Ábalos?