Lanzarote, la isla de los relojes dormidos
Necesito una explicación. De verdad, de verdad, que la necesito. Por más que trato de encontrarla, mi cerebro topa con la incongruencia. Llegué a esta maravillosa isla hace ya 23 años, que se dice pronto, y cuando lo hice no podía imaginar que iba a hacer mío un lugar tan especial. Lo era, lo es y lo seguirá siendo, pero no es menos cierto que la isla es un lugar donde el tiempo parece haberse paralizado. Los relojes, y con ellos, los proyectos, las obras y las mejoras. Llevo escuchando y escribiendo de los mismos problemas desde que puedo acordarme: Arrecife se inunda cuando caen cuatro gotas; las carreteras están fatal y es necesario hacer inversiones para renovarlas; necesitamos un hospital adecuado para la población real de la isla y para la flotante que se va sumando a lo largo del año; los semáforos no funcionan; hacen falta parques; falla la limpieza… ¿Y cuáles son las soluciones? Cuando un partido está en la oposición saca todas sus armas arrojadizas y ataca sin piedad al que gobierna. Y cuando cambian las tornas y la oposición gobierna, son los otros los que atacan… pero no se solucionan los problemas. Y no se arreglan porque cuando las cosas parecen ponerse en marcha, vuelve a producirse un cambio en los sillones y se inicia otra vez la fase “matar el legado del anterior”. Y así en las últimas décadas.
Vemos como en Fuerteventura hacen piña, unos y otros, para sacar adelante los asuntos pendientes. Y la isla evoluciona. Aquí nos dedicamos a hacer pedazos lo que hicieron los anteriores para empezar a pintar en un folio en blanco con nuestros propios colores. Seguro que todos los mandatorios piensan que su dibujo será mejor, pero el resultado es una isla estancada.
Lanzarote, la más bonita de las Islas Canarias, la nuestra, un lugar donde el fuego y el mar forjaron un paisaje único, al que el propio César supo dar una impronta especial. La isla de los atardeceres infinitos y las playas de arena negra. De los Charcones y los Hervideros. La isla de los Volcanes. Lanzarote es un tesoro, de eso no cabe la menor duda, pero mucho me temo que estamos en manos de una suerte de ‘Golum’ que guarda ‘su tesoro’ en el bolsillo para que nadie lo toque, ni para bien, ni para mal. Un tesoro oculto y paralizado.
Hace un par de años volvía a la isla una compañera periodista con la que coincidí el primer año que llegué a la isla, y me comentaba asombrada que, lejos de mejorar, veía Arrecife peor que antes. Decía que en su memoria veía a Lanzarote idealizada. No supe qué decirle. Se me llena la boca de piropos cuando viajo y hablo de la isla que me ha adoptado, pero no puedo ocultar que arrastra una rémora excesivamente pesada que lastra su evolución.
Lanzarote necesita un gran pacto por la isla. Por su desarrollo, por su futuro. Y no se trata de crecer, ni de construir más, sino de arreglar todo lo que se cae a pedazos, que empieza a ser mucho. Si queremos ser un destino Premium, creo que tenemos que empezar por creérnoslo. No es fácil. Pero habrá que intentarlo y está claro que tiene que ser de la mano.
Espero no tener que esperar otros veinte años para empezar a ver soluciones a los problemas que todos los ciudadanos se saben de memoria y con los que les importunamos desde los medios de comunicación. Unos y otros estamos aburridos. Queremos que los relojes se vuelvan a poner en marcha. Cuanto antes.