La prórroga de Torres
Francisco Pomares
No hay nada como un baño de resultados adversos como para colocar a la gente en su sitio. Después de meses de cantarnos lo de “33, 33, 33” como un mantra electoral, al presidente Torres comienzan a no salirle las cuentas, las que a él más le preocupan, las que tienen que ver con los diputados que hacen falta -36- para dar continuidad a su floral Gobierno después del próximo mayo. Hace unos días optó a convalidar el calificativo de ‘pobrecito’, al asegurar que “sería injusto” que el PSOE no ganara las próximas elecciones. Torres se refería a lo que ahora aparece en todos los sondeos (un PSOE sobrepasado por el PP en las generales), y se quejaba de que “si hubiera estado gobernando el PP, no habría tomado”las decisiones que han salvado a las empresas y a la clase trabajadora de la ruina. Por eso, Torres pide a los electores que sean justos y le consientan otra legislatura, para abordar en esa prórroga lo que no se ha podido gestionar en este mandato por las adversidades a las que ha tenido que enfrentarse su Gobierno. Torres nos pide “otra oportunidad” para aplicar dentro de un año las políticas que no aplicó en su mandato, porque estaba ocupado haciendo frente a las “circunstancias adversas”. Es verdad que a Torres le ha caído de todo, casi desde el primer día que se subió al coche oficial. Pero no es el único en las islas que ha soportado las consecuencias de quiebras, incendios, epidemias y volcanes: toda Canarias ha sufrido desde que él se subió al coche oficial, y la gente ha escapado malamente, adaptándose a las circunstancias, empobreciéndose, reduciendo sus expectativas, vendiendo lo que tenía, tirando de ahorros, renunciando a proyectos, y probablemente eso es lo que le ocurra a él ahora.
Torres nos pide su nueva oportunidad, porque en esta no quiso, o no pudo, o no supo, hacer lo que nos había prometido. En Derechos Sociales no fue por falta de dinero. Había más que nunca, pero el interés de evitarse conflictos primó sobre la voluntad de hacer bien las cosas. Torres no tuvo lo que hay que tener para hacer lo que sí hizo cuando cesó a las consejeras de Sanidad y Educación.
Ahora nos pide más tiempo para dedicarse a redistribuir la riqueza en tiempos de normalidad y bonanza. Y si eso es lo que quiere, mejor que no pida otros cuatro años, porque lo que viene no va a ser precisamente normalidad y bonanza, sino inflación, empobrecimiento, pérdida de derechos consolidados y sacrificios. Y va a ser así, gobierne el médico chino o gobierne él otra vez. La inflación se va a mantener por encima del siete por ciento al menos este año, y ya se verá que pasa el próximo. Aquí le dieron a la maquinita de imprimir euros como si no hubiera un mañana, y de eso hemos estado viviendo. No de las políticas de Sánchez o de Torres, sino de las de la liberal Europa, que decidió regar de dinero Francia y las economías del Sur, para evitar que todo saltara por los aires. Los países que más ayuda recibieron de los dos billones (dos millones de millones) que Europa puso en circulación, son los que el año pasado más vieron crecer la inflación, fruto no sólo del exceso de dinero circulante, también de la escasez de oferta, porque desde 2020 son pocos los que han seguido produciendo.
Antes de acabar 2021, el año previo a la guerra de Ucrania, España rozaba un siete por ciento de inflación, no a pesar de las políticas de las que tanto se felicita el Gobierno, sino precisamente por ellas. ¿Eran necesarias? Sin duda, por eso las puso en marcha Europa. ¿Hay que pagarlas ahora? Sí, siempre acaba llegando el momento en que hay que pagar las deudas. Y se pagarán con esta inflación que sitúa las cosas de nuevo en el sitio donde todas las crisis económicas colocan a las sociedades: haciendo que la factura recaiga sobre los que menos tienen. Y en España más, porque aquí gastamos más, porque se nos dio más dinero.
Pero la fiesta se ha acabado, aunque hay gobiernos que aún no se han dado cuenta, gobiernos que prefieren pensar que mientras la inflación coloque más impuestos en las arcas públicas, todo está bajo control. No es así: en los próximos años, la factura va a ser salvaje, gobierne la izquierda o la derecha. Gobiernen unos u otros, el sueño de la redistribución que nos promete Torres es una quimera, un cuento para crédulos. Habrá que mantener los salarios públicos, pagar más (que será menos por la inflación) a más pensionistas, atender una deuda con metástasis, comprar dinero mucho más caro y gastar el doble en Defensa. Dentro de cuatro años casi todos seremos más pobres, gobierne Torres o no.