Por Juan Manuel Pardellas

 

 

Repsol se ha ido, ¿y ahora qué? Pues, mucho. Para empezar, queda desbaratada buena parte de la estrategia de quienes hubieran pensado en rentabilizar políticamente las voces que se habían movilizado y salido a la calle. Me refiero a partidos enteros, a partidos-partidos, a partidarios de partir partidos y hasta partidos-escoba, expertos en recoger todo lo que se va cayendo o es expulsado de un lado y otro del arco ideológico.

 

La polémica ya no aguanta hasta mayo. En esta tierra hostil (me decepciona que los de Antena3 no le hayan dedicado a Canarias uno de los magníficos reportajes de la serie con ese mismo título http://www.atresplayer.com/television/programas/en-tierra-hostil/ ), máster del universo en probetas que aguantan todo tipo de mezclas políticas, no habría extrañado el surgimiento de una (dos o tres) fuerzas que soñaran con transformar las pancartas en votos, como el milagro de los panes y los peces.

 

Con la excepción del (por utilizar su propia expresión antiperiodística) “selecto” Sr.Helmut Moya el debate petrolero suena ya a prehistórico.

 

Me quedo con varias cosas.

 

Por todo ello, la oportunidad perdida no se llama Repsol, sino Paulino Rivero, un gobernante, con una cuota de poder inimaginable para sus predecesores, incluido su elefantiásica capacidad de influencia mediática (con un canal de tv a toda máquina y rendimiento para lo que quisiera, seguido por cientos de miles de espectadores), incapaz de darle la vuelta a esta tortilla archipielágica totalmente deconstruida, putrefacta, estancada, desnortada, desilusionada, cuando tenía en sus manos todas las herramientas para, como un nuevo Moisés, hacer de ésta una nueva tierra prometida.