La isla del doctor Moreau
Por Alex Solar
Unas descomunales y terroríficas arañas han aparecido de pronto en zonas urbanas y rurales de Lanzarote. He visto las imágenes en una página de Internet y francamente son espeluznantes por su rareza y tamaño. Me pregunto de donde saldrían estos bichos del averno, a lo mejor son una especie foránea invasora o las famosas “arañas de Marte” de David Bowie.
Hasta ahora, solo había visto las robustas cucarachas conejeras, de las que hace muchos años decía un periódico alemán que eran “die schnellen krakenlaken in der welt”, o sea en la lengua de Schiller y Goethe, las más veloces de la tierra. Me dieron guerra en algunas de las casas que habité y tuve que salir a exterminarlas ante los gritos de mi hija, que les tiene una fobia tremenda. Tuve que acostumbrarme a su presencia, lo mismo que a otras plagas, como la diminuta “hormiga argentina”, que invadió otro inmueble que alquilé poco antes de marcharme de la isla. Son realmente molestas, ocupan todo el territorio de los habitantes humanos de la casa, incluso las camas. Y vaya si pican, además. Solo se fueron con la contratación de un experto plaguicida, que con unas jeringuillas vertió un líquido que supuestamente conseguía que el veneno llegara hasta la madre de todas, la reina escondida y prolífica que nos enviaba sus pequeños espantos de criaturas.
En este lugar del Levante donde vivo, hay abundante vida invertebrada que surge con fuerza con el generoso calor de todas las estaciones, exceptuando el invierno y ha sido preciso recurrir a un señor que posee el equipo de matar bichos.
Me pregunto si en el caso de Lanzarote y sus arácnidos gigantes no habrá detrás la mano negra de algún oculto Doctor Moreau, como en la novela de H.G. Wells, tantas veces llevada al cine. El escritor imaginó una isla donde un sabio loco experimentaba con animales a los que convertía en humanoides monstruosos, mitad cerdos o leopardos. A juzgar con la frecuencia con que leo atrocidades en las crónicas de sucesos, incluidos los extraños accidentes de tráfico, sospecho que en la isla están ocurriendo extrañas mutaciones que producen conductores mitad simios que vuelcan y se estrellan con farolas, y delincuentes que actúan con la ferocidad de fieras de la jungla. Sin contar con los políticos, a los que habría que darles de comer aparte. O echarles insecticida, como a las arañas.