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La importancia de Amancio

 

Por Álex Solar

 

Adam Smith, padre fundador de la economía clásica, observó que “la gran masa de la humanidad está formada por admiradores  y adoradores y, lo que me parece más extraordinario, con mucha frecuencia por admiradores y adoradores desinteresados de la riqueza y la grandeza”. Para este pensador económico, lo más chocante de esta adulonería acrítica de los ricos era que venía acompañada del desprecio hacia los más pobres, pues esta disposición a idolatrar a los ricos y poderosos tenía como consecuencia “la corrupción de los sentimientos morales”.

 

En la época en que Smith reflexionaba sobre estos aspectos de la desigualdad, el mundo era aún peor para los pobres de la tierra y no fue sino después de su muerte, a finales del S. XIX, cuando la humanidad se encaminó lentamente hacia la nivelación de la riqueza gracias a la tributación progresiva, los subsidios de los gobiernos a los necesitados, los servicios sociales y garantías en épocas de crisis. Este proceso se extendió aproximadamente hasta 1970 y fue especialmente notorio en las naciones escandinavas, mientras que en las otras y en el imperio británico seguían aumentando las distancias económicas y de clase social. No es de extrañar, puesto que las naciones angloparlantes han sido tradicionalmente los adalides del capitalismo y el mercado desregulado en su versión más feroz, aboliendo  lo largo del tiempo la legislación social y la supervisión económica. En 2005, el 21,2 por ciento de la renta nacional de Estados Unidos estaba en manos de solo el 1 por ciento de la población.

 

En sociedades “avanzadas” los pobres se hunden cada día más en la pobreza, un concepto volátil, que se sitúa en el límite de los 1,9 dólares diarios per cápita al día, pero en realidad todo es relativo. Es tan pobre una persona de clase media de Ghana como un pobre del Bronx, en Estados Unidos. Y sin embargo, el africano vive 15 años más. Entre otras cosas porque el “estado de bienestar” en Estados Unidos es muy deficiente o casi inexistente. A mayor desigualdad en un país, mayor es su pobreza. No importa lo rico que sea un país sino lo desigual que sea.

 

El artífice de una de una de las mayores fortunas mundiales a partir de un modesto taller de batas de señora, Amancio Ortega, es el paradigma de una sociedad como la de España, con tres millones de pobres y cuarto país más desigual de la Unión Europea. Y con los presupuestos Generales del Estado para 2016 irá a peor.   

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