La gallina de los huevos de oro
A finales del pasado año, el Gobierno regional reconocía que la aplicación de las políticas turísticas planteadas por el propio ejecutivo conducen a un aumento muy importante de la ocupación de las islas, que podría pasar del medio millón de plazas que hay en la actualidad a doscientas mil más, un incremento que implicaría también que Canarias pasaría de acoger los 15-16 millones de turistas actuales a cerca de 22 millones y medio.
Se trata sin duda de cifras que producen vértigo, que aturden.
Entre otras cosas, no está nada claro que nuestro desarrollo puede seguir creciendo indefinidamente sobre la base de la expansión del turismo, sin afectar de forma sustancial a la necesidad de dedicar una parte muy importante del presupuesto de las administraciones canarias a mejorar servicios e infraestructuras imprescindibles.
¿Puede permitirse Canarias dedicar más recursos propios a atender las crecientes exigencias de más gasto en sanidad turística o en infraestructuras turísticas?
Yo creo que no. Los recursos son limitados y las necesidades muchas. Y es iluso pensar que la implantación de tasas turísticas resolvería el problema. De hecho, otros doscientos mil visitantes diarios más, supondrían nuevos problemas importantes en el abastecimiento del consumo interior, y una mayor dependencia del exterior.
El profesor Agustin Santana, experto en Turismo de la Universidad de La Laguna, ha advertido que un crecimiento similar puede llegar a matar lo que es hoy nuestra particular ‘gallina de los huevos de oro’, la principal industria de las islas y la que – a pesar de sus carencias y problemas- aporta una mayor contribución al empleo y a la generación de riqueza, aunque es obligado reconocer que se trata de una actividad económica que no genera una distribución equilibrada de la riqueza que produce.
La actividad turística, como tantas actividades terciarias- contribuye a la existencia de graves diferencias en el reparto de riqueza que el propio turismo genera, y que caracteriza y define una economía altamente terciarizada y la señala como una economía impropia de un país desarrollado.
El turismo emplea muchísimo personal en las islas, pero con dos características: la primera es que se trata mayoritariamente de empleos de baja cualificación, peor pagados que los de otros sectores. Y la otra cuestión es que -por consideraciones que tienen que ver no solo con las dinámicas del propio sector- , el empleo turístico ha dejado de ser socialmente atractivo para los jóvenes canarios, y tiende a atraer especialmente a personal de otras nacionalidades, provocando un aumento de la población, pero no la reducción de las altísimas tasas de desempleo en las islas.
Pero los problemas del sector no acaban ahí. Su influencia creciente en el que es hoy uno de los mayores problemas de las islas -la escasez de viviendas disponibles- no ha sido afrontado por las administraciones. Canarias se enfrenta a una situación de colapso habitacional, que afecta a miles de familias. Se trata de un asunto que tiene bastante que ver con el crecimiento del sector, y con algunas tendencias difíciles de modificar, como la sustitución del alquiler tradicional por el modelo de alquiler vacacional, o los procesos de gentrificación urbana que afectan a algunas de nuestras ciudades.
Ninguno de los Gobiernos de esta región se ha ocupado de intentar resolver estos problemas, ni con los que tienen que ver con dar garantías al abastecimiento (la nuestra es hoy la segunda cesta de la compra más cara de España), o de procurar que el crecimiento turístico lleve aparejado una mejor distribución de la riqueza para que alcance a los sectores con rentas más bajas de la cadena de producción.
Todo ello está provocando una creciente y muy peligrosa desafección hacia la que -efectivamente, y a pesar de sus carencias y problemas estructurales- es nuestra ‘gallina de los huevos de oro’, el sector que más ha contribuido al PIB canario en las ultimas seis o siete décadas, y ha liderado el desarrollo económico y el crecimiento social en las islas.
Hoy con eso no es suficiente. Hoy hay que pensar en términos de futuro: ya no se puede dejar que las cosas ocurran sin planificación, tanto del urbanismo como de las infraestructuras, la sostenibilidad en el abasteciendo, la energía y el transporte aéreo, y sin contar con políticas que equilibren el reparto desigual que la actividad genera.
A los chiflados que reclaman que el modelo turístico deje de ser el centro de nuestro economía, hay que responderles ordenando ls actividad y planteando límites razonables a su crecimiento. Porque también se muere de éxito.