La agotadora sociedad de la imposición
Mar Arias Couce
“La camiseta de canalé, la mejor manera de pasar del verano al otoño”. “Esta es la falda que le queda bien a las mujeres de más de 40”. “Este es el bolso con el que sueñan las mujeres de 50”. “La crema facial sin la que ya no podrás vivir”. “El jersey que llevan todas las influencers”. “El peinado que rejuvenece a las mujeres de más de 45 años”… Llegas de disfrutar de unos días de vacaciones relajantes (en mi caso eso significa ir a un festival a 40 grados a pegar brincos viendo a un montón de grupos que me encantan, cada uno con sus costumbres…), retomas tu lugar en tu puesto de trabajo, enciendes el ordenador y, en pleno agosto, te llega un aluvión de recomendaciones-órdenes sin las que, al parecer, no puedes vivir.
“Esta es la única comida que tu gato (perro) aceptará a partir de ahora”. “¿Aún no has descubierto este champú? Tu pelo no podrá vivir sin él”.
Se trata de una manera de publicidad indirecta, llámalo así o llámalo acoso mediático, que trata de imponer toda una serie de necesidades que, por supuesto, no tienes. Pero te las intentan crear. Cinco de cada diez veces, si tienes un momento, te pica la curiosidad y miras. Y cuando descubres la falda o el bolso o el jersey o la crema… piensas… ¿Y yo por qué carajo voy a necesitar eso tenga, 30, 40, 50 o 60 años? ¿Saben ellos cuáles son o han sido mis gustos? ¿Saben si mi piel es seca o grasa? ¿Saben si llevo el pelo corto o largo o rapado al cero? ¿Sabe acaso mi pelo algo de un champú que no va a probar jamás porque yo no me voy a gastar casi 100 euros en un bote? No. No lo saben, pero tampoco les importa.
No hay problema en generar ansiedades, dependencias y consumismo exacerbado. En la sociedad en la que vivimos en la que esos entes conocidos como Influencers nos venden sus opiniones como verdades irrefutables, nada importa. Tampoco parece valorarse la opinión particular. Es decir, si yo tengo 50 años y me quedan peor que mal los vestidos anchos y vintage (aunque sean cómodos a rabiar y lo lleve toda la gente guapa del universo), no me los pongo. Y si no tengo dinero para comprarme esa crema sin la que al parecer no puedo pasar, me voy a Primor o al Mercadona y me compro la que mejor me venga entre la oferta existente. Y no pasa nada. Digan lo que digan todas las influencers del universo que se empeñan en venderles cremas para la piel a personas de más de 50 cuando ellas tienen 20 y ni la menor idea de cómo tendrán su cutis a esa edad.
Dicho esto, cuando acabe de trabajar, me daré un paseo por la avenida, probablemente con ropa poco adecuada para mi edad, para lo que se lleva, para lo que se supone que necesito o aprueban los gurús mediáticos, con un bolso que no siente necesidad de nada y con el pelo recogido en un moño porque tengo calor. Bastante te impone la vida con sus complicaciones como para andar imponiéndonos nosotros tonterías. A vivir que son dos días, y a nadie le importa cómo lo hagan.