Forofos y aporofóbicos
Por Alex Solar
Nunca me gustó el fútbol. En parte, porque no entendía por qué la destreza de manejar un balón con los pies podía causar tanto entusiasmo y alegría a los niños de mi escuela. Sigo sin saberlo, pero estoy convencido de que este deporte, como tantos otros, cumple con la función de sublimar el instinto de agresividad inherente al ser humano. Es la guerra entendida como juego, la violencia en los campos de fútbol y en la vía pública lo demuestran, lamentablemente. Por eso, no me sorprende lo ocurrido con los hinchas holandeses y las mendigas de la Plaza Mayor. Su actuación se ha definido como “delito de odio”, pero como no soy jurista ni pretendo serlo, no voy a analizarlo desde ese punto de vista. A mí me parecieron una banda de borrachos estúpidos, racistas, tal vez sin ser conscientes de ello.
Es probable que su conducta pudiera ser tachada de aporofóbica. La aporofobia, palabreja que aún no es aceptada por nuestra RAE, es el odio a la pobreza, el temor a sufrirla incluso. Si esto es así, todos podemos ser aporofóbicos en alguna medida. El cantautor Osvaldo Rodríguez, chileno, exiliado por sus ideas de izquierda, tenía una bella canción dedicada a su puerto de Valparaíso que en una estrofa decía: “Porque no nací pobre y siempre tuve un miedo inconcebible a la pobreza”. Tal vez se refería a esa imagen de miseria poética del puerto, ya universal tras ser considerado patrimonio de la Humanidad, con sus casas precarias encumbradas en los cerros, como las favelas de Río.
Paseo a menudo por las calles del centro de Alicante, donde hay lujosos comercios. En esa “milla de oro” está también El Corte Inglés, y ante sus puertas hay una corte de mendigos con sus reclamos en cartones pintados: “Soy español, busco trabajo, tengo 3 hijos”, etc. En esos pocos kilómetros se instalan al menos unos dos mil pordioseros y si a cada uno le diéramos una limosna, muchos pasaríamos a engrosar las filas de menesterosos.
He visto la noticia de un grupo político que pide soluciones los que duermen en la calles de Arrecife. Espero que se encuentren, pero no es fácil. El fenómeno “homeless” es universal y afecta incluso a ciudades muy prósperas como Toronto, en Canadá. La pobreza es un problema social y moral, es bueno que la aborrezcamos. Pero nunca hay que despreciar y odiar a los que la sufren.