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Fantasías en el Camelot del presidente Torres

Francisco Pomares

 

Cuando apenas faltan seis meses para las elecciones regionales, la debilidad del presidente Torres comienza a hacerse un poco más patente. Es cierto que aún viaja acompañado de una muy masculina corte de palmeros, y que es recibido por los suyos como el salvador de los colores que ha sido, el hombre que consiguió devolver al PSOE al poder perdido por Saavedra, y no a un poco de ese poder –como hizo José Miguel Pérez-, sino a la mayor cantidad de poder político de la historia del PSOE en Canarias, superior incluso a la de los primeros años de la Autonomía, cuando los socialistas eran la fuerza dominante en toda la región, y controlaban además del Gobierno cinco de sus siete Cabildos. Pero Torres logró –merced a un pacto de izquierdas, que contó a última hora con el imprescindible respaldo de Curbelo- mejorar incluso aquellos resultados, haciéndose con la plaza fuerte de Santa Cruz, gracias al voto de Ciudadanos, sorpresivamente mutado en el último instante para lograr el desalojo de Coalición Canaria del Ayuntamiento que había sido –desde siempre- un feudo de Hermoso y su gente. Es cierto que –también en política- donde las dan las toman, y aquello cambió: Evelyn Alonso, tras hacerse con el acta de su compañero dimitido, el concejal Lazcano, devolvió al alcalde Bermúdez la mayoría lograda en las urnas.

 

Ese fue el único revés político serio al que se ha enfrentado Torres en una legislatura marcada por una sorprendente colección de desdichas, que a Torres, sin embargo, no le han pasado factura, sino todo lo contrario. Su administración no ha sido capaz no ya de resolver, sino incluso de aliviar ninguno de los grandes problemas estructurales –pobreza, emigración, sanidad, educación, derechos sociales, empleo- que tanto él como el resto de los partidos del pacto floral denunciaron en la pasada legislatura, y además ha sufrido un recurrente ninguneo de sus colegas del PSOE nacional –muy especialmente del presidente Sánchez y su Gobierno- al que Torres no ha sabido o no ha querido nunca plantar cara. Las dificultades de esta legislatura –desde los primeros incendios y aquella debacle sorpresa de Tomás Cook hasta, el volcán palmero, pasando por dos años y medio de pandemia y medidas excepcionales- han servido para ocultar la parca gestión de la Presidencia de Torres, la tendencia de su mandato a no tomar decisiones, de dejar mandar a otros –Román, Curbelo, Olivera…-, a no enfrentarse a las situaciones y dejar que se pudran una tras otra, a ver si al pudrirse se olvidan. Eso es lo que ha ocurrido con el drama de la dependencia inatendida –Noemí Santana y su consejería se han convertido en el peor borrón del Gobierno- pero también con la incapacidad para resolver los problemas del personal en interinaje, el avance de la pobreza y la desigualdad social, las políticas ineficientes en infraestructuras y vivienda, o la falta de respuesta del Gobierno Sánchez a Canarias en inmigración, el maltrato a los derechos económicos de las islas, o la inexplicable voracidad fiscal de su consejero de Hacienda, a pesar de su  incapacidad de gastar cumplidamente el dinero que recauda a dos manos.

 

Frente a esa situación, y al deterioro creciente –anunciado hasta en los sondeos del CIS- de las perspectivas electorales del PSOE en el país, los asesores de Torres han elaborado –supongo que para consumo ajeno- la extraordinaria ficción de que Torres se sobrepone a todo y obtendrá en las próximas elecciones regionales mejores resultados de los que logró en 2019. El delirio ha llevado incluso a asegurar que el PSOE suma en estos momentos 30 diputados en los sondeos, lo que –junto a los tres de Casimiro y los que obtengan Román Rodríguez y Podemos- volverán a permitirle reeditar el pacto floral. Sinceramente, no creo que con la que está cayendo en el país, ni los más tiralevitas del entorno presidencial puedan creer que Torres será recompensado con cinco diputados más que en las últimas, y con eso podrá revalidar una mayoría de izquierdas, cuando la izquierda apunta un grave retroceso en todo el país.

 

Estoy absolutamente convencido de que ni Torres ni nadie con dos dedos de frente de su equipo puede creerse tales fantasías. De hecho, las noticias que llegan del Camelot presidencial, es que algunos están haciendo al mismo tiempo balance y las maletas. Torres podrá gobernar sólo en un acuerdo de mayorías distinto al que tiene hoy, y eso sólo si Vox obtiene representación parlamentaria y bloquea un acuerdo del PP y Coalición. Y el primero que pondrá las barbas en remojo si ve que no hay posibilidades de otra cosa será probablemente Curbelo. No se va a quedar toda la vida esperando a que le lluevan los millones del Perte gomero.

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