Enséñanos la pasta
Una de las grandes frases de la historia del cine es aquella de “show me the money” que un futbolista, interpretado por Cuba Gooding Jr, le espeta a su representante, Tom Cruise en la peli ‘Jerry Maguire’, de Cameron Crowe. La peli es de mediados de los noventa, una época en la que el dinero se había convertido en la razón de todas las cosas. Recuerdo que tras su estreno se puso de moda esperar lo de “enséñame la pasta” en todas las negociaciones. Porque no conviene creer todas las promesas que se hacen cuando de dinero se trata. No es bueno tragarse como ciertas todas las cosas que se dicen antes de firmar un contrato, una compra o un convenio… Y –por supuesto- tampoco hay que creer todas las promesas de Pedro Sánchez, sobre todo las que implican soltar pasta. Que pregunten a Esquerra o Junts por el grado de cumplimiento de las promesas sanchistas sobre los 15.000 kilos amnistiables de la deuda catalana, la refinanciación o el concierto catalán.
Sánchez anunció ayer por sorpresa a los presidentes regionales que en enero convocará el Consejo de Política Fiscal y Financiera para condonar la deuda –parte de ella, en realidad- de las comunidades autónomas de régimen común (no entran País Vasco ni Navarra en el saco). Se trata, sin duda, de cumplir con lo prometido a los políticos catalanes para conseguir su apoyo y continuidad al frente del Ejecutivo español. Es la más controvertida de las propuestas del nuevo sistema financiación, del que aún no se sabe prácticamente nada, porque al final, la decisión de condonación se produce como respuesta al chantaje de los indepes. Sería razonable que la Conferencia de Presidentes le plantara cara a Sánchez, porque al final hay mayoría de presidentes del PP, pero Sánchez es un tipo muuuuuy listo: sabía que la sola propuesta provocaría la división en las filas del PP. Hoy hay autonomías del PP que no ponen pegas a aceptar la condonación parcial de la deuda si realmente es para todos. Sánchez explicó a los presidentes en que consistirá el nuevo sistema de financiación en pluscuamperfecto politiqués: “Suficiencia, autonomía, corresponsabilidad, coordinación, solidaridad y respeto a las singularidades de cada uno de los territorios”. Blanco, leche y en botella: Cataluña.
El inquilino de Moncloa, quizá de tanto rozarse con Pablo Iglesias antes de liquidarlo, se nos ha vuelto claramente marxista, pero del sector Groucho. Por eso defiende con una jeta king size la conciliación oximorónica de la multilateralidad y la bilateralidad, un remedo castizo de la parte contratante de la primera parte. Al final, las palabras están para camuflar la financiación singular catalana, que algunos barones (y alguna barona) regional se niegan a aceptar. Algunos por un asunto de redaños, como los que le sobran a la señora Ayuso: la madrileña se ha opuesto absolutamente a la condonación esa que Sánchez quiere aplicar con carácter general a todas las autonomías. Ayuso ha pedido que Sánchez explique más menudito en que consiste esto de la condonación, y como sabe que Sánchez no iba a hacerlo, lo ha explicado ella: con la condonación no se evaporan las deudas. Sólo se transfieren a nuestros hijos y nietros, que tendrán que pagarlas: la deuda billonaria del Estado no desaparece por perdonar la de las regiones, lo que hace es aumentar. A Ayuso ese conchabeo le parece injusto y cree que –si se aplicara proporcionalmente- sería “una locura”. Piensa la baronesa azul que solo Valencia merece y precisa ese premio: por haber heredado la deuda del anterior Gobierno manirroto que impide a Valencia contratar los médicos y enfermeras que precisa, y por sufrir el castigo de la Dana.
Como era de esperar, los presidentes del PP se han quejado de que Sánchez no se presentara en la Magdalena con propuestas claras, no “enseñe el dinero” del que de verdad dispone para repartirlo, y aclarar como va a distribuirlo. Supongo que a todos (o casi, Ayuso es un caso aparte) les tienta un abultado cheque que les redondee el próximo ejercicio, pero no se fían mucho de que Sánchez no vuelva a amagar con sus artes de trilero callejero. La oferta, eso sí, ha servido para que el simpar Sánchez consiga reprogramar fondos europeos de cohesión para repartirlos en Valencia y Albacete, fondos europeos que las regiones no se hayan gastado (Canarias llegó disciplinada y generosamente con cuatro millones de I+D+I ya en el bolsillo) para inyectar recursos a los sufridos valencianos y albaceteños. Sánchez es un mago. Promete dinero, y consigue que la reunión de ayer la paguen las regiones. Y a Mazón le cortó por hablar demasiado.
También tocó hablar de Vivienda –más dinero pendiente de enseñar- y hasta encontraron tiempo para los diez minutos de emigración. Por supuesto, no hubo acuerdo, y eso que los vascos venían convencidos. No hubo forma de comprometer ni un duro para atender a los menores. La cosa está clara: vienen curvas, y el dinero que haya hace falta para poder comprar los votos indepes.