En un país multicolor
Por Álex Solar
Vivo en una vieja casa donde cada tanto, y cada vez más a menudo, se estropea algo. Lo último fue el aparato de aire y bomba de calor, muy necesario en invierno y verano. En anteriores ocasiones, el dueño envió un currante ruso a arreglar la cocina (casi volamos por los aires por su negligencia al dejar una manguera de gas en contacto con el horno eléctrico), un polaco, para chapuzas y esta vez a un nativo que, después de mucho tiempo, se quedó con cara de incógnita al revisar el aparato. Era el gas, dijo, que ya se había esfumado. Eso sí, no sabía cuál era el necesario, de modo que anunció que volvería cuando lo averiguara. A la semana, lo instaló. Al día siguiente, el gas se había escapado. El “técnico” también, no lo hemos vuelto a ver. El dueño me consoló diciéndome que en España las cosas son así. “La gente viene cuando quiere, no cuando nosotros queremos”. Recordé que hace años, en casa de un amigo, en Miami Beach, unos fontaneros cubanos tardaron muy poco en reparar una nevera y llegaron puntuales, además.
Unos conocidos que intentan vender su casa de VPO necesitan un papel, el funcionario anda de vacaciones y nadie más en las oficinas de vivienda de la Generalitat Valenciana puede atenderles.
Me pasé unos diez años intentando que descubrieran en la sanidad pública de Lanzarote el origen de mis problemas digestivos y otros tantos perdí en sesiones de fisioterapia que no solucionaron lo que al final era cuestión de quirófano. Lo logré por la sanidad privada en Alicante, puesto que la pública es como la de Lanzarote. O peor, como me dijo el médico de la pública, aquí.
Por las listas de espera, acudo a gabinetes privados de fisioterapia y he tenido que ir descartándolos por su ineficiencia y masificación. En uno de ellos la persona que lo dirigía me contestó con cinismo: “Con lo que nos pagan las aseguradoras damos la atención que los pacientes se merecen, de lo contrario sería como si nosotros les pagáramos a ellos”.
En la ciudad han instalado un nuevo Lidl. La compra es “perfecta”, pero no así el aparcamiento, y para colmo el ayuntamiento ha diseñado una circulación demencial en los alrededores que lo hace una encerrona “perfecta”.
Tenemos un gobierno “en funciones”, se dice. Daría igual que no lo tuviéramos.
Habría que llamar a la abeja Maya, que todo lo soluciona en su país multicolor.