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Ellas viven solas

Por Álex Solar

 


El CSIC ha realizado un informe estadístico sobre la tercera edad en España, en el año 2015, que configura el perfil de los ancianos en el momento actual. Sabemos que el país continúa su proceso de envejecimiento y que hay más de ocho millones y medio de personas mayores de 65 años, que representan un 18,1 de la población total. Y según los indicadores el sexo predominante de esta población envejecida es el femenino (34% más que los hombres). La feminista Lidia Falcón aprovecha el informe para pintar el retrato de la mujer española mayor. Es de bajo nivel de instrucción, como la mayoría de los hombres mayores, vive sola y cobra una pensión de 600 euros. Las mujeres de esa generación, como la líder feminista nacida en 1935, vivieron la guerra y la posguerra y criaron a sus hijos con grandes dificultades en una época en que no había electrodomésticos que les hicieran más fáciles las tareas del hogar y a veces ni siquiera podían distraerse con la televisión. Muchas de ellas formaron parte de la masa trabajadora femenina que incluía oficios duros en la industria y, por los años 60, hasta en las canteras. Ellas han sido, sostiene la Falcón, las grandes excluidas de la sociedad y siguen siendo invisibles para los políticos actuales, que se dirigen preferentemente al electorado joven o de mediana edad con sus propuestas programáticas. No solo eso, sino que también son despreciadas por las nuevas generaciones, que ven en ellas una rémora para el progreso.

 

La tercera edad sufre una marginación social y una discriminación en todos los ámbitos de la vida. Para los ancianos no existe moda ni son considerados objeto de la publicidad, como hacía notar Vicente Verdú en un ensayo titulado Señoras y Señores, hace algunos años. Menos aún son considerados sujeto de seducción, lo cual es tajantemente cierto en el caso de las mujeres. Raro es que una mujer con prominencia social o económica consiga una pareja joven y atractiva. El sociólogo Gilles Lipovetsky, en La Tercera Mujer, subraya esta diferencia fundamental entre los sexos. Mientras el hombre dispone de medios como la riqueza, estatus, prestigio, fuerza, etc., las armas de seducción femenina se han reducido tradicionalmente a su belleza física y juventud. El prestigio o la inteligencia de la mujer no la convierten en deseable. El informe del CESIC lo confirma, ya que mientras más de la mitad de los hombres mayores vive en pareja, ellas viven solas.

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