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El turismo y nosotros


Mar Arias


Hemos salido a la calle para manifestarnos por el turismo, a favor y en contra. En realidad, la manifestación no era contra el turismo en sí. Aquí, en Lanzarote, tenemos muy claro que vivimos del turismo porque no tenemos industria y sin turismo no hay economía. No hay turismofobia, hay agobio. Nos hemos manifestado contra el sentimiento creciente de que ya nada es cómo era, de que todo se ha masificado, de que hay muchos coches, mucha gente, mucho de todo… y que nos perjudica ese exceso. Y es cierto. Hay mucha gente, pero tal vez nos tendríamos que mirar un poco el ombligo e indagar si no, en gran parte, culpa nuestra también.

 

Me explico. Hace veinte o treinta años no viajábamos cómo viajamos ahora. Ahorrábamos para un buen viaje al año, como mucho, y aprovechábamos las vacaciones de verano o Semana Santa para disfrutar de un descanso. Gracias al abaratamiento de los costes, hablemos de los viajes low cost o de las plataformas de Vivienda Vacacional, no hacemos un viaje, hacemos varios a lo largo del año, aprovechando los puentes o los días acumulados. Todos somos viajeros y todos nos hemos beneficiado de esa democratización del disfrute de viajar.

 

Viajamos para ver una exposición, un concierto, un festival o cualquier cosa que nos atraiga, y aprovechamos para conocer un nuevo destino. Viajar se ha convertido en una posibilidad para el pueblo llano y todos nos aprovechamos de ello. Con esto quiero decir que la sensación de agobio que aquí sentimos, porque es evidente que se siente, la sienten también los vecinos de los lugares que visitamos. Ellos también están hartos de sentir esa opresión, del aumento de coches en sus carreteras, de gente en sus atractivos turísticos… de nosotros.

 

Yo la he visto en los últimos años en Barcelona, en Madrid y hasta en Aranda del Duero. Los comentarios de los vecinos… “Ya están los de la maletita para arriba y para abajo, con las rueditas haciendo ruido” …

 

Muchos museos se están planteando incluso poner cupo máximo de visitantes al año porque han detectado que el turismo es tanto que la gente no llega a ver bien los cuadros. El Prado, el Louvre, la Capilla Sixtina… La gente se apelotona para llegar a La Gioconda y sacarse una foto, subirla a las redes, y que quede claro que ha estado allí.

 

Esta sensación de multitud la generamos nosotros. La disfrutamos cuando estamos fuera, y la sufrimos cuando somos el destino visitado. Tal vez sí es momento de plantearnos algunos cambios, que nos beneficien, pero siendo conscientes de que, por otro lado, es posible que también nos puedan perjudicar. Los avances y las mejoras nos traen muchas cosas buenas, pero también tienen efectos secundarios y debemos aprender a lidiar con ellos o, por el contrario, ponerles límite. Y luego, claro, atenernos a las consecuencias.

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